jueves, 10 de mayo de 2018
Sin noticias de Marta ni de Toribio
sábado, 24 de agosto de 2013
miércoles, 1 de mayo de 2013
UN SISTEMA CONVENCIONAL
domingo, 12 de agosto de 2012
Sobre Rumania Santa Isabel, de Marcelo Cutró
Hablar de la filiación poética del autor, si es surrealista o neobarroco o neobarroso, si hereda de Perlongher o de Pizarnik, es un debate que dejo para la crítica literaria, en primer lugar, porque no lo soy. Pero además porque descreo de esa arqueología de los cánones estéticos. No parece que los manteles blancos flameando (p . 33) o la noche que es una sábana antigua permitan encasillar al poeta en la mirada surrealista. Su escritura de trazo minuciosamente depurado, cincelado, transgrede ese etiqueta.
La singularidad de este libro en la poética de Cutró es la incursión en la prosa poética, dado que está dividido en dos poemas compuestos por módulos formales a modo de montaje de escenas.
Hay una unión secreta y silenciosa entre los dos poemas, Rumania y Santa Isabel, que el lector va develando en cada vuelta de página; a medida que desviste su poesía comienza a entrever el nudo. Y si en Espina de agua, el poemario anterior, el elemento dominante es el agua, en Rumania Santa Isabel lo es el fuego. En ese sentido, Espina de agua funciona como un presagio de este nuevo libro en tanto define que somos/el fondo de un relámpago amarillo/ un nudo de fuego (p. 67.), porque Rumania es nudo de fuego. Además del fuego, en Espina de agua hay otro anticipo: allí donde Llueve intensamente y El cielo es rosa, el poeta nos ubica: Esto sucede en otro lado. Y Rumania Santa Isabel se construye un espacio que sucede en otro lugar, algo como ese tiempo que en aquella canción de Fernando Cabrera, está después.
El primer poema es Rumania, que se inaugura con soldados entrando en el callejón Ronsin. Nos lleva así a una calle parisina, más precisamente, al atelier de Brancusi, escultor rumano cuya obra es la vértebra del poema, como en el segundo, Santa Isabel, lo será la curandera del pueblo.
Se dice que Brancusi fue caminando desde Rumania hasta París, donde fue lavacopas; que era amigo de Modigliani y de Erik Satie. Estos elementos aparecen en toda la trama del poema: los soldados rezan, se pregunta si cantan. De cualquier modo, son formas de resistencia; el canto y el rezo, se aúnan y confunden como modos de resistencia en Brancusi, que cantaba en iglesias ortodoxas.
En este primer tramo del poema cuando Entre esas voces, una busca la columna por donde suben los muertos, se encuentra la primera demarcación de ese espacio poético, ese irse de la voz es RSI, esa voz va a otro lugar: un predio de clima onírico, delimitado por la fina línea entre la vigilia y el sueño. En ese entresueño, esa zona es donde acontece la poesía de RSI. Es una zona donde no se sabe si el día desaparece o regresa y todo es gris y reciente. En ese topos no hay ciudades, solo largas escalinatas para los amantes o heridos. Y los jóvenes caminan hacia el mismo lugar.
Ese límite está hecho de una textura casi impalpable: la seda, o el papel de fumar (p. 35)
Es un territorio que es terroso y terrorífico. La belleza es al mismo tiempo amenaza, o pesadilla, con la sugestión de ese viaje de la Alicia de Carroll al país de los personajes de inocencia tan monstruosa. El poema nos permite una nostálgica vuelta a las delicias del terror infantil: soldados sin sombra, novias arrojadas al fuego, una curandera que habla en lenguas.
Es también un lugar donde hace hace frío. Los días son azules y caen como nieve (p. 9). Es noviembre (p. 15) y en su país la nieve quiso quedarse en el parque (p. 17).
También se debe a Brancusi la presencia de la piedra: la luna siempre ha sido una piedra colgante. Un pez gris de piedra (p. 29).
Y la marca en el orillo, el Cutró auténtico, el luminoso, aparece en las felicidades de la luz: entre lo gris, las casas quemadas, el dolor de la memoria, -esa memoria que el piano no quiere-, la novia que separa luz para otras felicidades, y la otra envuelta en papel de fumar (p. 35) . Y al final los soldados sonríen en la lluvia, huyen del entierro (íd.).
El segundo poema que compone el libro es Santa Isabel. Es, se sabe, el lugar de infancia del poeta. Se construye en torno a la figura de la curandera del pueblo. La curandería es un acto equiparable al arte por cuanto es secreta, subversiva, y su apariencia externa es, como el oficio del arte en el caso de Brancusi, un ritual de resistencia. Aquí hay que decir que esto tampoco está librado al azar porque la poesía para Cutró es eminentemente un modo de resistencia. Según el poeta lo suyo es “la lucha con las palabras, el trabajo con el lenguaje”. Su valor, junto a la mirada exquisita, consiste en el ejercicio de la poesía como forma de combate con y desde el lenguaje. Cuando dice el tiempo sube, cambia de lugar, se anima a la inabarcable semántica de dos palabras –tiempo y lugar- separadas solo por otras tres. Un poeta que hace ese uso del lenguaje es un poeta que puede llegar caminando desde Rumania a París.
Los furtivos
Con la primera lluvia
la sombra helada
dejó la casa
y se encuentran
bajo limones llovidos
se besan brevemente
después borran todo rastro
de la siesta
sábado, 19 de mayo de 2012
De Este libro, El Ombú Bonsai, 2012
Tengo más de cuarenta años, es decir que soy una vieja, y cuando estoy en la cueva vuelvo y vuelvo a Lewis Carroll, un escritor inglés que vivió allá por el 1800; era además profesor de matemática. Y a pesar de que con todo eso hubiera debido ser un hombre aburrido y serio, él desafió a su época y sus pares con un lenguaje que influyó en la literatura posterior. Estos textos pertenecen a Alicia en el país de las maravillas, una hermosa historia que Carroll contaba a Alicia Liddell y sus hermanos navegando en un lago, en tardes brillantes y apacibles. Eso le valió el enojo de los padres Liddell, quienes lo expulsaron de la familia. Siendo Alicia, adulta, casada y con hijos, ella y Carroll siguieron escribiéndose.
No puedo nombrar al traductor porque extraje el texto de un viejo libro de infancia al que le faltan hojas, además de las leyendas con fibra que imprimió mi hermana menor, como Heidi Heidi Heidi, tal vez era su modo de protesta, ahora que lo pienso, debía gustarle más la niña de los Alpes que Alicia.
Eres viejo, Padre Guillermo
Eres viejo, Padre Guillermo –dijo el joven-,
Y el pelo se te ha puesto blanco;
Sin embargo, insistes en pararte de cabeza…
¿Te parece bien eso a tu edad?
Cuando joven –replicó el Padre Guillermo a su hijo-
Temía me dañase el cerebro;
Pero ahora, seguro que no me queda ningún seso,
Me doy el gusto de hacerlo todo el día.
Eres viejo, como ya te dije antes,
Y te has puesto extraordinariamente gordo;
Con todo, has dado una vuelta de carnero hacia atrás.
¿Cuál es la razón de todo ello?
Cuando joven –dijo el sabio, sacudiendo las canas-,
Conservaba ágiles todos mis miembros.
Usando este ungüento –veinte pesos el frasco-.
Permíteme venderte unos cuantos…
Eres viejo –dijo el joven- y tus dientes, aparentemente,
Son débiles para algo más duro que la manteca,
Pero te has comido todo el pato, con los huesos y el pico.
Por favor, ¿cómo has logrado semejante cosa?
Cuando joven –dijo el padre- estudié Derecho
Y trataba los casos con mi mujer;
Eso dio fuerza muscular a mi quijada,
Que me duró por el resto de mi vida.
Eres viejo –dijo el joven- y parece imposible
Que tu vista sea buena como antes,
Pero mantienes a una anguila en equilibrio
En la punta de la nariz, ¿cómo eres tan hábil?
He respondido tres preguntas y ya basta-
Dijo el padre-. No te des airetes,
¿Crees que puedo escuchar todo el día
Tantos disparates? ¡Fuera! O te doy un puntapié
Y te mando escaleras abajo.
Pasé por su jardín
Pasé por su jardín y vi con un solo ojo
Que el Búho y la Pantera compartían el pastel:
La Pantera comía la corteza, la salsa y la carne,
Mientras el Búho obtenía la fuente como parte del banquete.
Cuando el pastel estuvo terminado, al Búho,
Le regalaron generosamente el cucharón
Mientras la Pantera obtuvo cuchillo y tenedor
Con un gruñido concluyó el banquete con…
jueves, 16 de febrero de 2012
Hora del té
(tres malpuemas nacidos en Cachivache, nuestra casita de té)
Indian delight
La carta promete
peras de otoño
jengibre y pimienta
en la taza reposa
el colador de té
como un pez espera
dormido
la caída del último grano de arena violeta.
Variedades
Té negro
té verde
infusiones
una rama de canela
perfuma tu viaje a Macedonia no sido
te abrazo en el pasillo
te guardo de la noche que te llevará.
Las acuáticas
Sumerge las hebras
tres veces
como si fuera
tres mujeres distintas.
lunes, 5 de diciembre de 2011
Perro de aire, mujer de agua
Este perro vive del aire, no come nada
digo a mi hija el domingo a la noche
ya en los preparativos de la semana
milanesas de soja y el uniforme
y que no se olvide el libro de lengua.
Soy capaz de quejarme del desastre que hizo Félix
de papeles tirados en el piso
eso me alivia considerablemente
vuelvo a mi vida civil
a ser madre una responsable
mirando un noticiero en el que un tipo
dice que la derecha sigue siendo la misma derecha.
Las milanesas de soja son un bloque congelado
las pongo así en la olla
esperando que el calor las separe
y pienso
en si estamos separados o no
ahora que he vuelto a ser una sola persona
después de estos días de mis vidas dispares.
Era de noche.
El casino es igual que si fuera de día
no hay diferencia allí.
En el patio de los fumadores
la luz ondulaba en el agua
pensé en el momento perfecto del regreso
lo vi
en la ventanilla
con los hilos de agua y uno que iba en bici
y era tedioso esperar que Marcelo
terminara con las maquinitas.
Por suerte encuentro
el final de una peli
que me trae de vuelta de este lado
mi hija me cuenta su novela
y digo es tarde
hay que bañarse y preparar la mochi
y avisar a Estela que estamos en Moreno.
domingo, 22 de mayo de 2011
Día de elecciones
En la mesa 3617
los cubos de cartón
y las boletas
y la urna de colores.
Todo se comparte.
No es como antes.
Sí son como antes
las autoridades
que toman mate
y gaseosa de naranja
y la barba del tipo
que fiscaliza y dirige
la fila de dos en la que estoy
detrás de mí
una mujer y dos nenas
cívicas las tres y moño rosa
la madre pañuelo e impermeable
todo rosa
y el ceño
de dónde te conozco, dice
de la facultad, digo.
Hablamos.
Un señor que se queja
de que esto es un quilombo.
En la pared
con letra infantil
deje aquí sus rebistas.
Dos chicos demasiado jóvenes
en la esquina
me dicen un piropo
y les contesto
Chicos, no están bien,
tengo más de cuarenta.
Compro
pastelitos de dulce
pan y una pre pizza.
De una casa enrejada
sale
olor a salsa
de esas
que se cuecen bien temprano
y se dejan.
Pasa un hombre
con una caja de pasta fresca.
Algo en el aire
de celebración
todavía persiste
eso del voto
o será que la gente
está aliviada
del poné a barlé toda la tarde.
Un container naranja
admite
botellas de plástico
para reciclar.
Mi DNI ya no tiene
espacio
para otras votaciones.
Me pregunto
si debo por esto hacer algún balance
y sin embargo
es un día precioso
esta vereda
húmeda y bordeada de lazos de amor
esas señoras
que salen del super
detrás de los lentes
la lágrima de pintura negra
que cruza la cara de mónica fein
es todo tan claro y tan presente
que tal vez no vote la próxima
y no importe.
domingo, 15 de mayo de 2011
LOS VIAJES DEL AGUA
A propósito de Buceo, de Edgardo Zotto, Mansalva, 2010.
Bucear en los poemas de EZ y volver al mundo exterior, a la atmósfera seca, nos deja esa suave tristeza del final de los viajes, porque hay algo allí que se escurre todo el tiempo. Escurrir en su acepción de deslizar, escabullirse.
En algunos parajes no hay semántica posible. Como Abstracto/Concreto. No se trata de lo que nombra, porque es más lo que calla que lo nombrado.
Se dice que escribir es un intento de cercar. Los poemas serían, entonces, un cerco de palabras. Pero cuando Zotto cerca, se a-cerca, y cuando parece que algo ha quedado cercado, allí es donde se va, se pierde. Un viaje del agua. Todo está fluyendo y corriendo y perdiéndose en los cauces que dispone.
Pierde la luz de lo soñado en la oscuridad de la vigilia.
Todo se pierde en los pliegues del lenguaje como en Bien pudo ser Islandia: Nada que decir y dice, callando, todo.
La memoria es también un intento de cercar eso que corre. Es piadoso: nos da una clave en el epígrafe, nos avisa: no hay manera posible, sólo es bucear, todo es maleable materia del olvido. Nos deja a salvo de su otra obsesión: que algo se fije en la memoria, nos exonera (quiere hacerlo) de su dolor. Sin embargo, todavía duele en estos poemas el olvido porque todo lo quisiera en la memoria: Creo que estuve ahí /pero no estoy seguro.
En esta sumersión uno va completo, porque hay un océano en lo que calla.
Calla, es decoroso. Y sin embargo, Zotto no decora. Su poesía no es vistosa, no se viste de nada. Nada. Con nosotros nada, despoja. No talla, no estalla, persiste hasta encontrar el jugo de la piedra.
El autor no está, se desdibuja para dejar lugar al espesor de la imagen. Puede adivinarse en la nostalgia de Tiempos, un poema atemporal, otra vez ese leve sarcasmo, decir pero no decir, tiempo pero atemporal
Cuando el autor está, lo vemos situado en un lugar que, como dice Fernando Cabrera, está después: estrellas/ de roja levedad/ de lisísima trama. Su poesía es sin edad, es también una predicción estética.
Está también su vitalidad, como cuando busca un signo de lo vivo en el grillo insomne.
Y lo vemos invisible en la despedida, Buceo, un raro palíndromo, nos deja ir con la estela de lo nuevo.
Buceo es un viaje a las profundidades a las que uno siempre querrá volver.
sábado, 9 de abril de 2011
El porvenir de las vacas
miércoles, 23 de marzo de 2011
periferia
no hay tsunamis
hay
tormentas
tornados
precipitaciones aisladas
catástrofes
alertas
y esta
primera lluvia
sin su voz
domingo, 20 de marzo de 2011
EL RINCON VIP: Por fin, inauguró La Despensa
En directo para la NNC, en la inauguración de La Despensa García Martínez, los accionistas mayoritarios Rama y Poliester. La locución fue cubierta por el mismo Rama, por razones presupuestarias.
En rueda de prensa se les preguntó si la obra estaba lista para ser publicada. Poliester respondió "Qué obra?". Rama salió al cruce diciendo que le falta un toque de cocción.
Mastrizzo fue al fin dilucidada en la red social y aportará platos principales. Praderas en viaje de negocios con Marcos Bloom, animado por la ola negra. Laburáin prepara su vestido negro más intenso para ser la primera habitué. Boasso se encargaría del pasaplatos.
el arca de los torsegno
desde mi portalámparas
la mesa
isla de roca
sobre el territorio
del parquet inundado
si enciendo la luz,
¿haré relámpagos?
plaza jewell
y nuevos edificios
al final
como en un cuento
la paz de la muralla
y el brillo del riego.
Estas cosas
y el tapizado
distracciones del día.
lunes, 24 de enero de 2011
capítulos de patas, olvidados u omitidos, ya no sé
MI AMIGA BARTLEBY
Lo peor no era revisar el proyecto sino tener que ponerme en contacto con mi director de tesis y comunicarle que no había aprobado. Decirle que iba a tener que trabajar más por culpa de mi obstinación en un enfoque que él me había desaconsejado.
Acordamos un encuentro en el bar de la facultad. No le adelanté nada y él, sabiendo que yo tenía el resultado, no me lo preguntó.
Por primera vez llegué antes. Pedí café.
La población estudiantil del bar consistía en tres chicas, una de ellas con minifalda, que tomaban café con edulcorante; una mesa con dos chicos pálidos concentrados en sus apuntes, uno tomaba agua tónica y el otro mineral sin gas. En ese momento advertí que había sido impiadoso citar a mi director a las cinco de la tarde cuando el termómetro no bajaba de los treinta y ocho grados.
-No hay acondicionador de aire? –pregunté al Yeti cuando me trajo el café.
-Esto es Argentina –me contestó. Después me miró tres segundos. –Bueno, vos sos chileno, ya sabés cómo es esto.
Las chicas de la mesa hablaban en voz baja y sonreían. Una de ellas me miraba pero no era la de la minifalda. Eran las cinco y veinte. Como no estaba bien mirar las piernas de una alumna de la facultad, saqué de mi bolso un libro de Melville que había prestado Juan.
Narcisa me había hablado de un cuento de Melville sobre un oficinista. Lo busqué. Bartleby el escribiente.
La había llamado tres veces en la última semana y no había podido encontrarme con ella. Como Bartleby, Narcisa me era inasequible. Preferiría no hacerlo, decía sin decirlo.
Llegó el director. Pude ver que tenía el mismo pantalón que en el invierno. Pedí café para él.
-No me lo aprobaron –le dije enseguida.
-Ya lo sé- contestó mientras miraba de reojo a Minifaldas estéticas.
Esperé el aluvión admonitorio, o como mínimo un te lo dije. Pero en cambio:
-No me extraña. Son unos burócratas de mierda –dijo dedicándose al café y olvidando la minifalda.
Quedé pasmado. Era la primera vez que lo escuchaba hablar así. Siempre había sido fijate, cuidado, mirá que no es conveniente, por qué mejor no considerar. Y ahora que
debería sancionar mi exceso de confianza -me lo había firmado sin leer la versión final y yo le había dicho sin darle importancia, después de que firmó, que tal vez haría algunas modificaciones, y él había dicho sí con la cabeza- no lo hacía. A mi favor podía pensarse que no fue exactamente una traición sino más exactamente un vuelco involuntario. Una cosa que me apareció en el estómago cuando tuve la nota firmada. Cambiar lo que quería costaba sólo alterar dos páginas y la foliatura. No pude no hacerlo. Algunos cambios, le había dicho y no dejaba de ser eso. Sólo que no le había dicho qué había cambiado y que ese viraje inesperado implicaba un desplazamiento de algunos puntos fundamentales del proyecto.
Ahora él leía y yo esperaba el veredicto que no apelaría, cumpliría mi condena, vender las cosas o dárselas a Anka, despedirme. Despedirme.
-Muy bien, me lo llevo y en dos días te paso un cronograma. Cuántos días tenés? –dijo.
-Quince.
-En diez lo tenemos, no te preocupes.
-Pero hay que revisar el marco teórico también. Es imposible.
-Ni se te ocurra. Va a ir así.- dijo mientras se levantaba y se iba con mi proyecto fallido.
Estaba desconcertado. Me culpé por mi irreductibilidad, por mi estúpida actitud de apartarme de lo que me demarcaban como la vía utilitaria. La sensatez me aburría, me sabía a renuncia a mis principios, entonces tenía la regla de no ser sensato; tampoco lo contrario, porque era lo mismo pero del otro lado. Casi siempre me iba mal. Y ahora había hecho lo mismo con mi tesis y lo pagaría. No sabía si mi director era consciente de lo que significaba la beca para mí: no era sólo mi sostén económico, era la posibilidad de seguir con una vida que era la mía, en un país que no era el mío y que amaba, con personas que no quería dejar por el camino, con mi pasado por primera vez archivado en un lugar en el que no molestaba.
Al día siguiente recibí el correo electrónico en el que me daba las directivas para la revisión. Era la idea original, no la de las correcciones. “Estos hijos de puta quieren que todos seamos empleados de las multinacionales” decía en el mail.
Tuve una felicidad que era como un chicle de la infancia. Empecé a trabajar febrilmente, escribía todo el día y parte de la noche.
Cuando descansaba unos minutos para tomar un café la llamaba a Narcisa. Nunca estaba.
Volví a Bartleby. Yo era el escribiente pero Bartleby era ella: “parecía acechar en ella cierto desdén tranquilo”, decía Melville. Cuando la encontré le conté que estaba enfrascado en la tesis y que quería despejarme, almorzar con ella en el bar del puerto; me dijo que estaba terminando un trabajo y que salía muy tarde. “Prefiero no cenar hoy”, decía el oficinista de Melville.
Seguía escribiendo, pensando en que en algún momento iba a contarme qué era lo que estaba pasando. Llamé a Berta, a Anka. Todo normal. Pero no, yo sabía que no.
El final de Bartleby era demoledor. Preferiría no pensar en eso.
Mis días se agotaban en ese plexo: el proyecto, el café, la distancia de ella. Mi casa estaba inhabitable, había servilletas de papel por todas partes, mayonesas y ketchups estrangulados y fuera de la heladera, botellas vacías.
El café se había quemado. Acaricié la tapa del libro, lo olí. Busqué las páginas finales del cuento. Una oficina de cartas muertas. Yo era una oficina de cartas muertas.
lunes, 13 de diciembre de 2010
sábado, 11 de diciembre de 2010
lunes, 22 de noviembre de 2010
APUCHETA con los 13 biromes
De izquierda a derecha: abajo: Doffo, Poliester, Trovatto, López Puccio, Pujol, García, Castro Leguizamón, Almagro Paz; arriba: Galimberti, Isaia, Villate, Galliano, Magnano y el pater Scalona.
Apucheta, Crónicas del barro, puede leerse como novela colectiva o nouvelle esquizo que se mantuvo en sus trece a fuerza de doce y sin mí, pero me pudieron, tracción a sangre y corazones, de eso tienen mucho.
Un gran abrazo en el que quepan las 13 biromes.
El libro sale en diciembre por Homo Sapiens.
jueves, 12 de agosto de 2010
viejas escenas omitidas
Me sorprendió recibir su mail porque hacía mucho tiempo que no nos comunicábamos. Se había radicado en Berlín desde hacía cinco años. Al principio me escribía todas las semanas y le contestaba puntualmente. Después las comunicaciones se perdieron en el tiempo y el espacio.
Algunas veces lo recordaba. Para mí era Narciso porque era mi alter ego y porque además era esa su definición: nunca había conocido un tipo tan narcisista. Pero habíamos sido muy amigos, siempre nos habíamos querido a pesar de lo mucho que nos irritábamos mutuamente, él con sus tics femeninos, reprochándome siempre lo que yo no hacía o hacía mal, y yo con mis raptos explosivos, mi malhumor, mi llanto por todo.
Había sido mi compañía antes de haber conocido a Calio, a Berta, a Anka. Había sido único, no fungible. Después la presencia de esos tres lo alteró un poco y se fue alejando.
Pero antes habíamos estado muy cerca. Siempre me decía alguna cosa hueca, alguna frivolidad en medio de mis recurrentes oscuridades. Me hacía reír porque realmente era imposible esperar de él algún rasgo de madurez, un consejo, cosas que uno espera de un amigo en los momentos en que el agua turbia sube y sube. El no. El me decía alguna ocurrencia completamente divorciada del sentido común, alguna insensatez, pero inexplicablemente eso decantaba en una inmensa dosis de ternura que sabía proferir en cuanto yo necesitaba.
Pensaba (nunca se lo dije) que en realidad se trataba de una fórmula repelente del dolor porque era extremadamente sensible. De otra manera no había por qué protegerse de nada. Para mí entrar y salir de esos lugares era simple, tenía como un entrenamiento para las caídas abruptas. El no caía. Yo sospechaba que él no sabía entrar y salir, transitar. Debía ser demasiado doloroso su dolor, siempre allá en lo profundo de ese río oscuro.
Entonces jugábamos a cualquier cosa, peleábamos por todo, nos reíamos de todo. Yo lo castigaba por su excesiva femineidad y a él eso lo halagaba muchísimo. Era totalmente distinto que cualquier otro hombre, por lo tanto. Le gustaban las mujeres, tal vez también los hombres, nunca lo supe porque jugaba con eso y yo le seguía el juego, no había para mí ningún peligro porque, aunque amaba mi parte masculina, me gustaban sin duda los hombres. Lo que amaba de ellos era, justamente, que estaban del otro lado.
Narciso y yo habíamos sido dos mitades, sin nunca ningún contacto físico porque lo habíamos respetado así, por esos pactos que funcionan entre dos sin que exista explicación, por miedo a perder el uno al otro, o porque sí, porque el cuerpo era una cuestión menor, una vulgaridad, un ejercicio para otros. No sabía. En todo caso sí sabía que era así, ninguno hacía nada para pasar a otro estado.
Yo suponía que a él le hubiera encantado que yo fuera hombre. Pero después pude saber que no era así. Lo supe por un subterfugio en algo que dijo y ya no recuerdo. Lo vi en sus ojos porque se ponían húmedos cuando yo le decía ciertas cosas. Cuando conocí a Calio y vi el mismo detalle me sorprendí. Eran los dos únicos tipos que lloraban así, silenciosamente, con una lágrima mínima y oculta, cuando yo decía ciertas cosas.
Entonces en su mail me decía que venía a pasar unos meses a la Argentina, que lo fuera a esperar al aeropuerto. No me hizo mucha gracia, sobre todo porque llegaba a las tres de la mañana. Calio no quería ir. Berta trabajaba al día siguiente. Anka no lo soportaba más de tres minutos.
Estuve en el aeropuerto a la hora señalada, a desgano, tal vez porque no sabía con qué me iba a encontrar. No sabía si sería como antes.
Esperaba. Faltaban quince minutos. No era casual que viniera por aire. Narciso era un tipo del aire. Entendí su incompatibilidad con los otros tres. Entendí que se hubiera alejado con la elegancia que podía esperarse de él.
Vi su pelo desde lejos. Vi su campera azul, era él, se reía ancho con sus dientes todos y fue hermoso verlo de nuevo.
Nos abrazamos unos minutos y estaba excesivamente perfumado, como antes pero había cambiado de marca. Me apretó muy fuerte y me dijo: -Hija de puta, cómo te extrañé.
Yo también lo había extrañado. Se lo dije y me contestó que sería por eso que le escribía tanto. Ahí estaba: Narciso otra vez. Me contó un par de cosas y ya estábamos peleando como antes.
Sin embargo no era igual. Era el aire que él traía. O se había edificado algo entre los dos, una arquitectura leve y callada que nos ponía en lugares separados. Agua y aire.
Era extraño. Había llorado tanto por el momento en que lo perdiera, y ahora estaba ahí con la evidencia completa de que lo había perdido y era como si nada, como si fuera natural, como la caída del cabello, como las fases de la luna.
Para él debía ser lo mismo. Dije una de esas cosas que lo harían húmedo. Nada. No había caso. Nos habíamos perdido. Estaba la risa, sí. Era gracioso, lo que contribuía a saber que nos habíamos perdido. Era objetivamente gracioso, no como antes, cuando decía cosas que a todos parecían estúpidas y a mí, sólo a mí, me hacían reír tanto.
El me hablaba del viaje, de la comida del avión que era horrible. Fuimos hasta un bar. Como siempre, eligió una ubicación en que la luz le fuera favorable para que no se notara cuánto pelo menos tenía. Antes eso era encantador. Ahora previsible.
Salimos del bar, caminábamos hasta mi casa. Veía los puentes, las declaraciones de amor eterno. Seba te necesito para vivir. Vane te amo por siempre. Dónde van esos refugios, esos enclaves de amores eternos, de dichas sin límite, las palabras entre dos, el agua, la sangre en las venas, los atajos al tiempo, las uvas compartidas? Dónde estaría Vane, dónde Seba? La pintura tardaría más en borrarse que las sensaciones habidas entre todos esos pares, incluidos Narciso y yo. Pensaba mucho en eso: en la subsistencia de los objetos por sobre las personas. En mi trabajo había una silla, habíamos pasado varias generaciones de empleados, la silla seguía ahí.
Había un cartel donde una multinacional ofrecía bomba de chocolate con helado de crema a domicilio. La felicidad al alcance de la mano y mejor: para disfrutarla solo. Recordé una encuesta que se había hecho en Canadá. La pregunta era qué elegiría si tuviera que prescindir definitivamente de una cosa: el chocolate o el sexo. La mayoría prescindiría del sexo, decía la encuesta.
Probablemente no les faltaba razón a los encuestados. El deseo podría ser una sensación provocada por un estímulo químico, endorfinas o algo así, por ende suministrable por una barra de chocolate. Mejor aún: por una píldora. Llegaría el momento de la historia en que nos administraríamos el deseo con dosis calculadas bajo prescripción médica. La cultura era capaz de eso, de suplir el sexo por un chocolate. De bajas calorías, óptimo.
Traté de pensar que esos lugares que transitamos alguna vez pensando que serían eternos estaban en algún lugar, la energía se transforma. Dónde estaban? Una amiga me contaba que no entendía dónde iban los teléfonos celulares, las PC, todo lo que el consumo deroga cotidianamente. Dónde iba todo eso? A China, dice Ambito Financiero. Respuestas concretas de periodistas pragmáticos.
Por mi parte, opté por pensar en que estaban en el aire. El aire que me había traído a Narciso, el aire que también me lo había llevado. Sin dolor, sin estridencias. A cambio de bombas de chocolate con helado de crema.
sábado, 29 de mayo de 2010
la fiesta
Berta estaba de buen humor, vestida de negro, con un anillo de acrílico verde esmeralda.
Después ella y su perfume, ey, cómo va, sus piernas.
En una hora quince llegamos a la quinta. Nos presentamos como amigos de Juan, era una casa suntuosa: un parque poblado con variedad de especies, piscina y un invernadero. Habían instalado una barra provista de vinos nobles, martinis, espumantes, jugos de fruta, gin, energizantes, agua mineral. Se escuchaba lounge y electro jazz a la luz de velas y antorchas. Los invitados se reunían en grupos pequeños, hablaban y reían sin estridencia. Bebían, pero nadie fumaba.
Más tarde llegó Juan. Finalmente, Anka y Julio.
Nos ubicamos cerca de los extra brut, cinco chicos lindos que no miraban a nadie. Tomamos martinis, pero en poco tiempo se terminó y nos unimos a los gin tonic, eminentemente homosexual, mixto y muy ruidoso.
Después departimos con los extra brut que a esa altura ya se habían habilitado para mis amigas y uno de ellos era amante de Miles y había estado en Lisboa en los mismos lugares que me gustaban.
De lo que pasó esa noche recuerdo muy poco.
Sé que se estaba bien en esa fiesta, y que miré largo tiempo la luz que ondulaba en el fondo de la pileta. Narcisa y Berta bailaban descalzas. Julio y Anka se abrazaban en el invernadero. Juan besaba a una chica.
Sé que era tarde y vi a Narcisa transpirada, bellísima bajo el reflejo blanco de la luna nueva.
En un momento se sentó y fui a su lado, apoyé el brazo en su pierna y fue adrede. Algunos se desvestían y entraban en la pileta. Dijo vamos, recuerdo, y en el agua sentí que sus piernas abrazaban las mías, la besé, y salimos.
Ella me llevó de la mano, estoy seguro, hasta una habitación. No soy buena para esto, dijo. Dije que yo tampoco.
No recuerdo mucho más. Que la tocaba para cerciorarme de que la boca que se abría era la suya y la que daba era la mía. Que olía como el verano en Maracaîpe, a espesura vegetal, a clorofila, lluvia, árboles frutales.
Después dormí.
Cuando desperté había sol y ella dormía a mi lado. Fuimos hasta la pileta, la ropa seguía ahí, nos vestimos. La fiesta había terminado.
Íbamos en el auto sin hablar.
Antes de bajar, me abrazó brevemente. Bajó, caminó unos pasos, volvió.
-¿Todo bien?
-Todo bien –respondí.
sábado, 2 de enero de 2010
orden
rara manera de matar el tiempo
si él mismo se encarga
Cuando muera quemen todo.
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Del consultorio de la Licenciada Primavera
----- Mensaje original -----Fecha: Fri, 15 Feb 2008 23:42:14 +0200De: "mack de foglia" <amandapoliester@hotmail.com>Para: Kiperkí
Querida Kiperkí: No se trata en realidad de que el amor provoque eso que usted llama demencia, sino que más bien se podría explicar de esta manera: el amor es una especie de predio o zona ficcional donde se - el impersonal pretende sustuir delicadamente a ese sujeto que usted llama protagonista- ingresa accidentalmente por diversas razones cuyo origen puede usted estudiar en los Fragmentos del Discurso Amoroso de Barthes. Mientras se lo transita acontece esa "demencia" porque es ficcional y por ende no condice con esa idea que usted llama "realidad". Por mi parte no estaría tan segura de que lo pretendidamente real sea más real que lo ficcional. Pero eso es otro tema.No puede obviarse que durante el decurso de ese período existen sustancias químicas que genera el cerebro ante la presencia estímulo del objeto amado; eso es empíricamente comprobable, que producen temblores, aceleración del pulso, movimientos en la sangre y otros que preparan a los amantes para la penetración, ya que usted la nombra con recato, hay que decirlo, todo va a parar a ese momento. Es un aluvión químico y contribuye a la continuación de la especie, como puede ver. Como también podrá observar, la llamada "realidad" se asienta sobre la especie humana, cuyo motor es nada menos que ese volcanismo químico. El día de los enamorados no tiene nada que ver con eso, es más bien una cuestión gastronómica y el motivo de disputa entre dos ex-enamorados porque uno de ellos se olvidó de la ocasión. El oráculo es amapolar, ya lo sé. Pero las ficciones son y las sustancias químicas naturales son necesarias para la vida.Consultada la ciencia ichinesca, amiga Kiperkins, el hexagrama 41 dice que usted tiene en sus manos la llave.A continuación aclara que es la del auto, que su esposo está buscando en este momento mientras usted se informa sobre algo que le contará a él en un rato y a él le importará tanto como una minipimer.L.P.
jueves, 12 de noviembre de 2009
NIÑOS QUE CAEN DE LAS CALESAS
Los niños son llevados por sus madres con la ilusión de que paseen circularmente sobre un corcel azul y dorado o un helicóptero camuflado, pero la realidad demuestra que los niños se caen de las calesas. Y lo que es peor, se caen sobre las personas que están cerca con cámaras fotográficas y boletos para nuevas vueltas.
Algunos calesiteros dicen que existen estudios científicos en los que se ha tratado de determinar la causa de las caídas, aunque no puede encontrárselos; sólo se han rescatado dos pero están manchados de caramelo líquido y nada puede leerse, por lo que se sospecha que algún niño, ya caído y satisfecho con el pequeño viaje experimentado en la caída libre de la calesa, ha saboteado los escritos.
Otros dicen que eso no es verdad.
Y no faltan los que dicen no saber nada.
domingo, 4 de octubre de 2009
RECIFE
A la luz del día no será lo mismo, o sí, no tiene importancia en este lugar lejos de todo, lejos de Laura, las tazas de café y el patio de geranios. La última vez no había vuelto la espalda para saludarme, sólo iba y volvía, llenaba la regadera de plástico azul y la vaciaba sobre las especies mientras Luli, con un vestido con lunares lilas, la seguía, mirando el agua que corría sobre las hojas, preguntando cómo era que Tim se había escapado en un carrito detrás de un ficus.
La playa está sola, en la arena hay huellas que durarán unas horas, el mediodía llevará la bruma y vendrán los bañistas, los comensales del Leocadio, algunas chicas lindas que mañana no estarán.
Miro la línea fina del horizonte, camino hacia el linde variable de la arena y el agua.
Me sumerjo, estiro un brazo, el otro, el exceso de sal disipa esa cosa en el estómago.
Respiro, me agito, me canso, vuelvo a la orilla. Me tiendo en la arena tibia.
-Ud. Empieza una nueva etapa –había dicho mi psicoanalista y yo pensaba en un alfajor, etapas suena a dos tapas de bizcocho amarillas, mi nueva vida seca como un bizcocho.
Un vendedor de jugos me ofrece en el idioma de mi nueva vida de dos tapas, una de antes y otra de después y rellenas de nada, cierro los ojos y vuelvo a ver el patio, una diosa griega que no conozco y los ojos de Luli tironeando del vestido de su madre y diciendo mamá, Diego se va.
jueves, 13 de agosto de 2009
martes, 11 de agosto de 2009
Después de la cena
entre colegiales y desorden de tránsito
lavo las tazas
no hace frío
espero verte mañana
detrás
en la ventana
un obrero
cruza en un andamio
domingo, 14 de junio de 2009
ATAVIADA PARA EL CASORIO (Escena I)
Gracia I
Gracia II
Gracia III
Gabriel
Coro
Una mesa larga cubierta por un mantel de pana negro. En los extremos dos candelabros antiguos con velas encendidas. Sobre ella, una lámpara importante con caireles de cristal. Sillas muy suntuosas, de estilo antiguo, tapizadas de rojo. A la izquierda una escalera da a una puerta. Una puerta a la izquierda y otra a la derecha. A la derecha, un sillón blanco de diseño contemporáneo. Al fondo, un piano blanco, una banqueta violeta, una foto de Gracia IV, ya fallecida.
Al fondo, Gracia I se maquilla. Gracia II hace aquagym.
Entra Lily, con una bandeja llena de servilletas de papel de colores.
Lily: -Tengo los pies literalmente muertos.
Dispone las servilletas sobre la mesa. Suena el timbre. Lily va hacia la puerta dejando caer algunas servilletas tras de sí. Vuelve.
Lily: -No hay búcaro del que salgan tallos de apio.
Gracia I: -Ya tendrías que tenerlos listos.
Gracia II: -Es temprano.
Gracia I: -No hay baile sin búcaro del que salgan tallos de apio. (a Lily): En el Jumbo no conseguiste?
Lily: -No hay en el Jumbo, ni en el Coto, ni en el Verduverde. En toda la ciudad no hay búcaro del que salgan tallos de apio. Tengo los pies... (Suena el celular.) Hola? Ah, qué tal, no, ...ah bué... sí pero... ah... eehhhh.. está bien, no, no me sirve, no bueno, gracias no se haga problema... está bien, no, no, deje, no, si el problema no es el apio, justamente, bueno... bueno adiós). Tengo los pies literalmente... literalmente muertos.
Gracia I (a Gracia II): -¿Pilates?
Gracia II: -No.
Gracia I: -¿Strechting?
Gracia II: -No.
Gracia I: -¿Método Feldenkrais?
Gracia II: (silencio)
Gracia I: -¿Yoga? No, yoga no. Entonces?
Gracia II: -Acquagym. (A Lily) ¿No conseguiste búcaro del que salgan tallos de apio?
Gracia I: -No. Además tengo los pies literalmente muertos.
Gracia II: (a Gracia I)-Qué son búcaros de los que salgan tallos de apio?
Gracia I: -Ni idea.
Lily sale. Gracia II deja el acquagym y empieza a ensayar un pasaje de Lucrezia Borgia.
Gracia I: -Faltará mucho?
Lily: -No sé, siempre lo mismo. Así no llegamos. A esta altura me parece que lo hace a propósito, le encanta. Tres minas que lo esperan. Qué mejor. Y sí.
Gracia I: -Y si te das un baño con sales?
Gabriel abre la puerta con aires de tener el protagónico; entra, va hacia el público. Con afectación:
Gabriel: -“¡Es Navidad! ¡Es Navidad!”.
Lily (a Gracia II): -Ves? Se equivocó otra vez. Esa parte ya no está en el guión. No quedamos así?
Gracia I: -Yo ya no sé.
Gabriel: -Es Navidad? O no? Bueno, me gusta más si es Navidad. A quién le importa el guión? Igual estoy bastante cansado con eso de la Navidad. Igual entrar “es Navidad” “es Navidad” como un imbécil, y con lo que pagan, no sé.
Gracia II canta sin escuchar a Gabriel. Lily entra con vajilla que va disponiendo sobre la mesa.
Gabriel (a Lily): -Es Navidad!
Lily: -Basta.
Gabriel: -Ya se presentaron?
Gracia I: -No, si falta...
Entra Gracia III.
Gracia III: -Nadie falta. En esta ciudad no hay taxis ni para los viejos, increíble.
Gabriel: -Pero no podían empezar aunque sea a presentarse uds.? (Señalando al público) Esta gente está esperando hace cuánto? Bueno, uds. hagan lo que quieran, yo mando algo porque nos van a incendiar.
(Al público): -“Cada año que pasa siento con mayor fuerza que nuestro país no tiene otra tradición que honre mejor y guarde con mayor celo que la hospitalidad. Es una tradición única en mi experiencia (y he visitado no pocos países extranjeros) entre las naciones modernas. Algunos dirían, tal vez, que es más defecto que virtud de cual vanagloriarse. Pero, aun si concediéramos que fuera así, se trata a mi entender, de un defecto principesco, que confío que cultivemos por muchos años por venir.”
Lily: -Tengo los pies literalmente muertos. Como para presentación estoy. Faltan copias además, la mía está toda tachada, no se entiende nada. Alguien me ayudaría, por favor?
Gracia I: -No podemos pasar a la dos, porque igual falta Gretta.
Gabriel: -Ni hablar. Avancemos igual.
Gracia I: -Quién lee?
Gracia II: -Yo no. Necesito cuidar la voz para la escena III. Una voz de hombre es mejor.
Lily y Gracia I queda en la sombra, al lado de la mesa. Frente al público, Gabriel como speaker, y las otras dos Gracias inmóviles.
Gabriel: -“Sus tías eran dos ancianas pequeñas que vestían con sencillez. Tía Julia era como una pulgada más alta. Llevaba el pelo gris, hacia atrás, en un moño a la altura de las orejas; y gris también con sombras oscuras, era su larga cara fláccida. Aunque era robusta y caminaba erguida, los ojos lánguidos y los labios entreabiertos le daban la apariencia de una mujer que no sabía dónde estaba ni a dónde iba. Tía Kate se veía más viva. Su cara, más saludable que la de su hermana, era toda bultos y arrugas, como una manzana roja pero fruncida, y su pelo, peinado también a la antigua, no había perdido su color de castaña madura”. Ey, pero no era que te ibas a teñir?
(Gracia III es visiblemente canosa).
Gracia III: -Bueno, pero si cobrábamos.
Gabriel: -Así no se puede.
Gracia III: -Está bien, la semana que viene, prometo.
Gracia I (desde la sombra): -Seguimos.
Las dos Gracias van a la sombra, Lily en su lugar.
Gabriel: -“Lily, la hija del encargado, tenía los pies literalmente muertos. No había todavía acabado de hacer pasar a un invitado al cuarto de desahogo, detrás de la oficina de la planta baja, para ayudarlo a quitarse el abrigo cuando de nuevo sonaba la quejumbrosa campana de la puerta y tenía que echar a correr por el zaguán vacío para dejar entrar a otro. Era un alivio no tener que atender también a las invitadas.”
Lily: -Eso. Y falta decir “les hacía la limpieza”...
Gabriel: (ignorándola): -Mary Jane!
Adelante Gracia I, Lily se va molesta.
Gabriel: -“Desde que Kate y Julia, cuando murió su hermano Pat, dejaron la casa de Stoney Batter y se llevaron a Mary Jane, la única sobrina, a vivir con ellas en la sombría y espigada casa de la isla de Usher, cuyos altos alquilaban a Mr. Fulham, un comerciante en granos que vivía en los bajos. Eso ocurrió hace sus buenos treinta años. Mary Jane, entonces una niñita vestida de corto, era ahora el principal sostén de la casa, ya que tocaba el órgano en Haddington Road.” Ahora yo.
Gracia II y Gracia III, rodean y besan a Gabriel.
Gracia I: -“Era el sobrino preferido, hijo de la hermana mayor, la difunta Ellen, la que se casó con T.J. Conroy, de los Muelles del Puerto.”
Gracia II: -“Gretta me acaba de decir que no va a regresar en coche a Monkstown esta noche, Gabriel”.
Gabriel: -“No, ya tuvimos bastante con el año pasado, no es así? No te acuerdas, tía Kate, el catarro que cogió Gretta entonces?”. Ah, no. El catarro que cogió... no, no, me niego.
Gracia III: -Queda divino.
Gabriel: -Y esa hija de puta no pensará venir?
Lily: -Yo otra vez dos personajes no hago.
Gracia I: -No podemos pasar a la segunda si no llega.
Gracia III: -Y qué hacemos?
Gabriel (a Lily): -El coro está?
Lily: -Esperá (habla por celular). Ey, Flavio, cómo estás, dale bueno, sí, escuchame, necesito tres sopranos, cuatro mezzos, por lo menos cuatro contraltos. Tenores en oferta tenés? Bueno, dale, dos. Barítonos no quiero. Nos arreglamos con Gabriel.
Gabriel: (disgustado) –Y sí, claro. Nos arreglamos.
Lily:-Bueno, bueno. Chau, chau. (a Gabriel) Vienen para acá.
Gabriel: -Bueno, dale.
Apagón. Pasan unos minutos. El coro canta: “Pues son jocosas y ufanas, pues son jocosas y ufanas, pues son jocosas y ufanas, nadie lo puede negar”.
Al final se escucha bajito la voz de Gracia III diciendo: -“una lasquita de pechuga”?.
martes, 9 de junio de 2009
QUIEN INVENTO EL RULEMAN?
QUIEN INVENTO EL RULEMÁN
Personajes: Puno – Zapatito Blanco – Estela.
Un garage de barrio, Puno y Zapatito desarman motores a las tres de la tarde de un mes de verano. Al fondo un ventilador de pie. En una de las paredes, un poster desleído de Brigitte Bardot.
Zapatito: -Tío.
Puno: (Golpeando un buje con un martillo)-Mmmm?
Zapatito: -Tomate un mate. (Se lo alcanza).
Zapatito: -Tío.
Puno: (Chupando) –Mmmm?
Zapatito: -Estaba pensando.
Puno: -Vos le diste de comer al Maico Landon?
Zapatito: -Después le doy, tío. Escuchá, estuve pensando.
Puno: -Mi dios. Como si hubiera poco. Yo no te pago para pensar, nene, dale. Dale que tenemos que cerrar con el Negro.
Zapatito: -Está bien, tío, pero son dos minutos.
Puno: -Todos los días son dos minutos.
Zapatito: -Viste que yo te contaba... bueno, te decía ayer, viste, que en el banco me piden recibo de sueldo.
Puno: -Msé. Tomá, está helado esto. Andá y poné la pava.
Zapatito: -Ya voy. Bueno, yo no sé a quién le voy a pedir un recibo de sueldo. Y si no me dan el crédito no me puedo comprar la moto.
Puno: -Pero qué, por la gripe porcina van a prohibir los bondis?
Zapatito: -No tío, pero se me hace cada vez más tarde.
Puno: -Y bueno, nene, levantate más temprano. (Hacia la puerta, a los gritos): Estela! Esteeeelaaa!!!! Le diste de comer al Maico?
Entra Estela.
Estela: -No, acordate de que no hay más balanceado. El sábado te toca a vos el super, no te olvides. Che pero no se están asando, acá?
Zapatito: -Qué te parece, tía. Yo ya dije que hay que poner un aire acondicionado o cortar antes, porque el calor agobia.
Puno (a Estela): -Sí, un aire acondicionado, un bargueño, una botella de caballito blanco y los naipes. Qué más? Unas minas? Querés minas también?
Estela: -Ah, yo este sainete ya lo vi. Bueno, Rambito y Rambón, les dejo la llave en la maceta, yo me voy, vuelvo en un par de horas.
Puno: -Otra vez? Dónde te vas vos?
Estela: -Ya te dije, me voy al centro, quiero comprar jabones perfumados y en el barrio no hay. Bueno, ahora la señora del Nazi fabrica, pero son esos de utilísima, una porquería, a la semana ya no tienen más olor.
Puno: -Jabones perfumados... escuchaste, Zapato? Las minas ya no saben qué inventar. Aguantá un rato, que tiene que llamar Rolando. Quién va a atender si llama?
Estela: -Vos.
Puno: -A ver si nos entendemos. Si querías jabones, tenías que casarte con Palmolive, viejita. No es que siempre me cagás a pedo porque dejo el fono engrasado?
Estela: -Y para qué te compré los guantes? (a Zapatito): Este hijo de puta no quiere usar guantes para tenerme a mí acá encerrada todo el día.
Puno: -Dejá de joder, ahora te quejás de que te tengo encerrada, bien que cuando nos dejamos... eh? Ah... no te acordás más de eso, eh? Bien que me tratabas con guante. Eso sí que era con guante. Punito de acá, Punito de allá... (deja la pieza con la que estaba trabajando, entusiasmándose con el relato). Hasta se compró un mate peludo, esos de pezuña, se fue a Colón y se aburrió como una hija de puta allá, y encima no lo quería reconocer la guacha. “Ay, Punito, no sabés lo bien que la pasé”. Y la voy a ver y me convida con el mate, y yo agarro así (hace la mímica con la mano) y le digo... (con suficiencia) “decime, lobizona, este lo compraste para tener a quien acariciar los domingos?” Aaaaay, cómo se me ortibó! No sabés, roja de furiosa estaba.
Estela: -Seguí nomás, la primera que te va a dejar soy yo. Después Zapato.
Puno: -Vayansé nomás. Si se compran el aire, páguense la luz. (Da martillazos a una pieza, concentrado en ese trabajo).
Zapatito: -Un poco está bien, pero... hay que adaptarse a los tiempos que corren, tío. Las cosas van cambiando, ya no son como antes. Acá tenemos que tener una computadora. Tenemos que organizar lo del horario, también. Y poner los papeles en regla. Uno de estos días te vienen de la AFIP y ahí tenemos un quilombo, tío.
(Estela hace un gesto de desdén con la mano y sale)
Puno: -No empecés con eso, ya te dije. Y te digo más: este mes es peor todavía. (Golpea la pieza con fuerza, haciendo mucho ruido) Ahora si viene la EPE voy a tener que gatillar, se terminó la jodita esa.
Zapatito: (levantando la voz por sobre los martillazos) –Bueno, pero saquemos con el almanaque por lo menos, todos tienen la Silvinita.
Puno (le tira un rulemán): -Tomá, dale vos a éste que últimamente parece que tenés no manteca, margarina Manty en las manos.
Zapatito: -Arrancamos con el almanaque, la semana que viene. No lo habrá tirado la tía, no?
Puno: -Uy, no le dio de comer. (Deja lo que está haciendo y va hasta la puerta). Maico Maico Maico!... Maiquinho...! Qué perro berga este, todo el día rompiendo las pelotas y ahora no viene.
Zapatito: -Entonces, bueno, cambiamos el almanaque. Entonces eso va a atraer clientela más joven. Seguro, tío. Quién de los pibes conoce a tu Brigí? Nadie, tío, nadie. Yo no te niego que es una yegua, pero los de tu generación ya casi no manejan... hay que apuntarle a la clientela cash.
Puno: -La puta que te reparió a vos y a los de tu generación. Este no da para más, sopleteale un poco y si no sacalo nomás.
Zapatito: -Con más clientela, ahí ponemos al día el plan del API, después compramos la compu en cuotas, en todo caso le pedimos a tu suegra la tarjeta de la AMR, serán ciento y pico por mes. (Puno golpea cada vez más fuerte). Bueno, te digo que en dos meses o tres pasamos al frente, y ahí ya podemos ir con el aumento. Qué te parece?
Puno: -Estela!.. Esteeeelaaaa!!!! Esta piró de nuevo.
Estelitaaaaa!
Escena 2
Inés: -Pero aseguró que venía?.
Diego: -No, no. Asegurar no aseguró.
I: -Pero dijo.
D: -Bueno, decir, lo que se dice decir no dijo. Pero debe venir.
I: –Bueno, pero no lo dijo, no sabemos, no lo dijo.
D: -Nunca dice.
I: -Y claro. Así cualquiera.
D: (Se arregla el pelo frente al espejo)-Cuchá.
I: -Y no, y sí. Si todos hacemos lo mismo, y bueno, es un quilombo, nadie sabe nada, nadie dice nada, nadie compra nada. Y sí, claro, y así yo también. (Fuma más nerviosa)
D:- Y cuál es, hago un asado y punto. Vos si querés venís después, si ni pregunta. Y además con el Chibo se lleva genial.
I:- Y qué, te veo el lunes recién?
D:- Y...
I:-Pero el lunes no tenés el pádel?
D: -Bueno, poray llueve.
I:-Fantástico, y si no llueve, te veo cuándo? Te toco el portero, salís al balcón y me saludás como Evita?
D:-No exagerés nena. Ya empezamos. No viene nunca, qué te cuesta. Además ya te dije, no tenés obligación de estar, andate al cine, yo qué sé.
I: (Apaga el cigarrillo y lo mira fríamente).
D: -Qué.
I: (I hace un gesto intraducible).
D: -Qué, nena, qué.
I:-Bueno, dale vamos, que te va a salir carísimo. (Empieza a vestirse en silencio).
D: (va hacia la puerta, la abre, asoma al pasillo y emite un cacareo, vuelve a cerrar).
I: -Cuándo van a terminar con esa boludez?
D:- Dale, nena, dale.
Apagón.
sábado, 25 de abril de 2009
EL AGUA EN LOS FLOREROS
A los 40 llora
con because
cree ciegamente
que dios lo escucha cuando crea los astros.
Las escorpianas ven debajo del agua
-dice la abogada de origen armenio
mientras un tipo firma que cobrará en cuotas
el seguro de muerte
de alguien que trabajó
y que nadie recuerda actualmente en la empresa.
Pero señora
( y es entonces que casi
justifica el genocidio)
qué hago con eso
si está prohibida el agua en los floreros.
A los 40 no entiende
cómo el mosquito sabe
cuáles son los pobres.
Duda
si será un aguijón programado por monsanto
para la selección de la especie.
domingo, 18 de enero de 2009
Receta
domingo, 21 de diciembre de 2008
Y SIN EMBARGO NO
Lauisaia.
6 741 072 120 x 2 (un par de patas)
millones de árboles de navidad
unísono de sordinas chillonas
hacinados en un nudo temporal
hacen girar la bola en la galaxia
tierra envasada y océano listerine
A ver si estamos de acuerdo:
es importante
no olvidar que somos fitoplancton
y fin de año
sólo un número rojo
en el calendario occidental.
Es verdad Lauisaia
Nada se mueve.
sábado, 25 de octubre de 2008
PUZZLE
mujer rompecabezas
tacho
porque si bien
todo título horrible tiene derecho a serlo
-tal vez mi autocastigo del día de la fecha-
elijo puzzle
me gustan las dos zetas
después de la u
algo que se desinfla
o un soplo
tan lejos de la domesticidad de pizza
pero inequiparable a la levedad de mezzo
el subterfugio del título
("subterfugio": sigo forzando,
maniobra distractiva del sonido
todo para no decir
mi pobre corazón
repartido en pedazos dispares
mi pobre corazón que rehúsa
aceptar lo irrenunciable
y se obstina en pensar
que es posible
la reunión fiesta con efes y flamencos
en la mesa del té del Sombrerero).