En la mesa 3617
los cubos de cartón
y las boletas
y la urna de colores.
Todo se comparte.
No es como antes.
Sí son como antes
las autoridades
que toman mate
y gaseosa de naranja
y la barba del tipo
que fiscaliza y dirige
la fila de dos en la que estoy
detrás de mí
una mujer y dos nenas
cívicas las tres y moño rosa
la madre pañuelo e impermeable
todo rosa
y el ceño
de dónde te conozco, dice
de la facultad, digo.
Hablamos.
Un señor que se queja
de que esto es un quilombo.
En la pared
con letra infantil
deje aquí sus rebistas.
Dos chicos demasiado jóvenes
en la esquina
me dicen un piropo
y les contesto
Chicos, no están bien,
tengo más de cuarenta.
Compro
pastelitos de dulce
pan y una pre pizza.
De una casa enrejada
sale
olor a salsa
de esas
que se cuecen bien temprano
y se dejan.
Pasa un hombre
con una caja de pasta fresca.
Algo en el aire
de celebración
todavía persiste
eso del voto
o será que la gente
está aliviada
del poné a barlé toda la tarde.
Un container naranja
admite
botellas de plástico
para reciclar.
Mi DNI ya no tiene
espacio
para otras votaciones.
Me pregunto
si debo por esto hacer algún balance
y sin embargo
es un día precioso
esta vereda
húmeda y bordeada de lazos de amor
esas señoras
que salen del super
detrás de los lentes
la lágrima de pintura negra
que cruza la cara de mónica fein
es todo tan claro y tan presente
que tal vez no vote la próxima
y no importe.