domingo, 22 de mayo de 2011

Día de elecciones

En la mesa 3617

los cubos de cartón

y las boletas

y la urna de colores.

Todo se comparte.

No es como antes.

son como antes

las autoridades

que toman mate

y gaseosa de naranja

y la barba del tipo

que fiscaliza y dirige

la fila de dos en la que estoy

detrás de mí

una mujer y dos nenas

cívicas las tres y moño rosa

la madre pañuelo e impermeable

todo rosa

y el ceño

de dónde te conozco, dice

de la facultad, digo.

Hablamos.

Un señor que se queja

de que esto es un quilombo.

En la pared

con letra infantil

deje aquí sus rebistas.

Dos chicos demasiado jóvenes

en la esquina

me dicen un piropo

y les contesto

Chicos, no están bien,

tengo más de cuarenta.

Compro

pastelitos de dulce

pan y una pre pizza.

De una casa enrejada

sale

olor a salsa

de esas

que se cuecen bien temprano

y se dejan.

Pasa un hombre

con una caja de pasta fresca.

Algo en el aire

de celebración

todavía persiste

eso del voto

o será que la gente

está aliviada

del poné a barlé toda la tarde.

Un container naranja

admite

botellas de plástico

para reciclar.

Mi DNI ya no tiene

espacio

para otras votaciones.

Me pregunto

si debo por esto hacer algún balance

y sin embargo

es un día precioso

esta vereda

húmeda y bordeada de lazos de amor

esas señoras

que salen del super

detrás de los lentes

la lágrima de pintura negra

que cruza la cara de mónica fein

es todo tan claro y tan presente

que tal vez no vote la próxima

y no importe.

domingo, 15 de mayo de 2011

LOS VIAJES DEL AGUA

A propósito de Buceo, de Edgardo Zotto, Mansalva, 2010.

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Bucear en los poemas de EZ y volver al mundo exterior, a la atmósfera seca, nos deja esa suave tristeza del final de los viajes, porque hay algo allí que se escurre todo el tiempo. Escurrir en su acepción de deslizar, escabullirse.

En algunos parajes no hay semántica posible. Como Abstracto/Concreto. No se trata de lo que nombra, porque es más lo que calla que lo nombrado.

Se dice que escribir es un intento de cercar. Los poemas serían, entonces, un cerco de palabras. Pero cuando Zotto cerca, se a-cerca, y cuando parece que algo ha quedado cercado, allí es donde se va, se pierde. Un viaje del agua. Todo está fluyendo y corriendo y perdiéndose en los cauces que dispone.

Pierde la luz de lo soñado en la oscuridad de la vigilia.

Todo se pierde en los pliegues del lenguaje como en Bien pudo ser Islandia: Nada que decir y dice, callando, todo.

La memoria es también un intento de cercar eso que corre. Es piadoso: nos da una clave en el epígrafe, nos avisa: no hay manera posible, sólo es bucear, todo es maleable materia del olvido. Nos deja a salvo de su otra obsesión: que algo se fije en la memoria, nos exonera (quiere hacerlo) de su dolor. Sin embargo, todavía duele en estos poemas el olvido porque todo lo quisiera en la memoria: Creo que estuve ahí /pero no estoy seguro.

En esta sumersión uno va completo, porque hay un océano en lo que calla.

Calla, es decoroso. Y sin embargo, Zotto no decora. Su poesía no es vistosa, no se viste de nada. Nada. Con nosotros nada, despoja. No talla, no estalla, persiste hasta encontrar el jugo de la piedra.

El autor no está, se desdibuja para dejar lugar al espesor de la imagen. Puede adivinarse en la nostalgia de Tiempos, un poema atemporal, otra vez ese leve sarcasmo, decir pero no decir, tiempo pero atemporal

Cuando el autor está, lo vemos situado en un lugar que, como dice Fernando Cabrera, está después: estrellas/ de roja levedad/ de lisísima trama. Su poesía es sin edad, es también una predicción estética.

Está también su vitalidad, como cuando busca un signo de lo vivo en el grillo insomne.

Y lo vemos invisible en la despedida, Buceo, un raro palíndromo, nos deja ir con la estela de lo nuevo.

Buceo es un viaje a las profundidades a las que uno siempre querrá volver.