domingo, 28 de enero de 2007

PATAS DE RANA

Eso sí: rescato que para irte hayas sido tan prolija, meticulosa diría. Lo que escribiste (no sé si es correcto llamarlo carta, parece más bien un inventario, o un balance, aunque tal vez poco técnico) no deja espacio para una mínima duda. Por mi parte, no te preocupes: estoy bien. Reconozco que los primeros días no fueron fáciles: me llevaba puesto como podía. Tenía los zapatos mojados. Mojados de vos.
Pronto encontré un paliativo: dos días antes había comprado patas de rana. Fue sencillo. Elegí las de color petróleo. A la noche, cuando llegaba a casa después del hospital, las usaba en lugar de los zapatos. Incluso si salía para comprar cigarrillos o migrales me las dejaba puestas. No tenía sentido quitármelas para trámites tan breves. Además el tipo del kiosco ya se había acostumbrado. La primera noche me miró los pies y durante unos segundos se quedó inmóvil. Después me miró como esperando alguna explicación. Como no dije nada, me preguntó lo de siempre y le contesté lo mismo: rubios. Desde esa noche voy con las patas de rana y él no volvió a mirarlas, ni a imponerme agobiantes pausas que yo deba llenar con alguna justificación pertinente.
Ultimamente paso gran parte del día en el hospital, lo que contribuye a mi recuperación; no tengo tiempo para pensar y, cuando puedo hacerlo, me preocupo demasiado por las patas de rana. Ya están un poco gastadas. Es que no son aptas para el asfalto.
Sabés muy bien que pienso que en realidad es al revés: lo extraño a la condición natural de las cosas es, en tal caso, el asfalto. Pero no voy a volver a ese tema. Te concedo la duda. En cuanto a eso no nos guardemos rencor: son diferencias normales.
Casi tanto como ir a comprar cigarrillos con las patas de rana.

jueves, 25 de enero de 2007

APOSTILLAS SOBRE AMANDA

Conocí a Amanda en 1997, en un curso sobre literatura fantástica dictado por un catedrático presuntuoso y propenso a la calvicie. Detrás de sus gafas oscuras se presentó como escritora. Dijo ser una mujer acuática, aunque en ese momento no entendí a qué se refería. Habló de Lewis Carroll y de cosméticos con la misma devoción. Desde entonces me escribe profusamente: envía relatos sumergidos, fotos de lugares ignotos, cartas -que juzgo apócrifas-firmadas por y dirigidas a extraños personajes; todo en pequeñas dosis, pildoritas que ingiero con avidez, modesto método para aventar el vacío.

SOBRE EL OFICIO DE ESCRIBIR (o la tiendita de tabaco)

Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio/patrón de los ladrones/préstame una tiendita de tabaco,/o instálame en alguna profesión/ que no sea esta maldita profesión de escribir/donde uno necesita su cerebro todo el tiempo.
Ezra Pound, "La isla en el lago"
Venecita nunca entendió la tozudez de Amanda en sacrificar el té con sus amigas para dedicar ese tiempo a la confección de crónicas que nadie lee, sólo publicadas por una revista del corazón y sin contraprestación económica.

BOTELLAS AL MAR (cartas rescatadas y secadas al sol, u olvidadas por empresas telepostales)

* Desde el naufragio:
Querido Glauco:
desdeño la obviedad de enviarte mensajes en una botella no porque lo juzgue mundano sino simplemente porque no he encontrado siquiera una en esta isla de sal. Es por eso que opté por el correo, porque sí hay oficina postal, atendida por otro náufrago, uno de los pocos que habitamos este lugar. Mis días son sumamente apacibles. Sólo un detalle mínimo: no estás.
Siempre tuya, Frinfra.
(Nota de la edición: esta carta fue efectivamente hallada en una botella, aunque su texto diga lo contrario)
* La espera. Breve descripción del tapado paquidermo:
Mi querido Fraga:
Desde hace tres días espero noticias tuyas y nada recibo. No puedo vivir sin tus camelias de plástico, sin la furiosa humedad con que tus ojos me miran. Además me he impuesto por los diarios de que el paro de Aerolíneas ya se solucionó. A veces pienso que articulas excusas, que no soy sino una hoja que sólo por minutos besó el frío de tu ventana. Espero un mailito, una cosa de nada y, por supuesto, que me consigas el sombrero de fino paño lenci que te he pedido.
Dafne.
P.D.: el sombrero puede sustituirse por un tapado paquidermo, es decir con las solapas como verdaderas orejas; en lugar de bolsillos, los ojos del elefante en satén blanco y la trompa que nace del segundo botón.
*Clara visita asiduamente el artesanato:
Jano: el domingo compraré un mate peludo, de esos que rematan en una pezuña, para tener al menos con quien discutir. Clara.

Poesía acuática de escasa utilidad y pésimo gusto literario

Queja
Insomne atraviesa una lenta inexorable caída.
Prefigura el desdén con que otros ojos espían
cuánto la maltrata la desdicha.
Como Alicia en su charco de lágrimas
mácula del día
sangra. Silencia lo que puede.
Extirpa el resto así: profana.
Se ve decaer tanto que diría
con tacos aguja.
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Foto de David Byrne
desde esta orilla y lejos
en un cubículo de dos por dos, entre papeles
pienso
sólo por minutos pero tozudamente
en Uruguay
si habrá un gemelo de mí
oficinista obrante en similar habitáculo
ojos húmedos también
y que haya retomado tan temprano
el recuerdo de un músico diez años atrás
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Otra queja
espera gris pizarra
triste tango tengo
cuatro días y
sin embargo no llueve
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Meteorología

llueve
en este cubo gris
pruebo así
de lejos
tu agua
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Sushi

El verano trae novedades:
podemos cenar sushi.
Entonces no digas
que te hastía la vida conyugal.
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Pausa
Estamos solos bajo la noche
pirotecnia difusa.
Lejos
los puentes van hacia otra noche.