A Marina Lezcano
La renuncia al lujo de unas piernas
deliciosamente femeninas.
La barra indisoluble redobla las apuestas.
Va a ser como Leguisamo
había dicho el abuelo
Y no hubo sino el designio
de ser la más fuerte
en su ínfimo tamaño.
El mismo cuerpo
mujer y potro bravo.
Y la barra.
No hay compañía posible
en esa cofradía de sus hombres devotos.
Ella va sola en la nube polvorienta.
Pero está hecha de sustancia cierta.
Ya habrá al fin
el hombre en que descanse.
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