jueves, 25 de enero de 2007

APOSTILLAS SOBRE AMANDA

Conocí a Amanda en 1997, en un curso sobre literatura fantástica dictado por un catedrático presuntuoso y propenso a la calvicie. Detrás de sus gafas oscuras se presentó como escritora. Dijo ser una mujer acuática, aunque en ese momento no entendí a qué se refería. Habló de Lewis Carroll y de cosméticos con la misma devoción. Desde entonces me escribe profusamente: envía relatos sumergidos, fotos de lugares ignotos, cartas -que juzgo apócrifas-firmadas por y dirigidas a extraños personajes; todo en pequeñas dosis, pildoritas que ingiero con avidez, modesto método para aventar el vacío.

1 comentario:

Anónimo dijo...

yo también conocí a amanda, no se parece demasiado a tu descripción. la ví un día lluvioso de esos que sólo se ven en las películas y si alguna vez ocurre, sólo decimos que llueve como en las películas. el día había perdido color y el contorno de la ciudad había que imginarlo, imposible ver más con tanta agua que caía con furia. Ahí apareció amanda con piloto y un llamativo acento extranjero. tenía unas postales en la mano para entregar a alguien q no conocía. me preguntó, pero yo no tuve respuestas, me quedé unos minutos pensando qué más podía decir