martes, 25 de diciembre de 2007

PEZ

Florencia es un pez que llegó a mi casa unos días antes de navidad. Mi hermana y mi hija la trajeron porque no tenemos mascota y entonces con el dinero que dejó el ratón Pérez compraron a Florencia.
Los primeros días mi hija se ocupó de alimentarla. Después se olvidó de ella y me hice cargo. Explicarle a mi hija que el concepto de mascota es acuñado por la sociedad de consumo porque etc etc ya me aburre y supongo que a ella más, así que mejor me ocupo de Florencia.
Florencia y yo ya tenemos un vínculo. Ella es silenciosa y educada. Puse al lado de la pecera un pequeño muñeco fucsia con pelos sintéticos para que se sienta acompañada. Le hablo. Hola Flor todo bien?
Los días pasados fueron fértiles y de fidelidad. Con lo cual efes. Alianzas. Tés de dos. Compañeros de trabajo. El río de noche. No entiendo todavía de qué se trata todo. Darle de comer una vez por día. No más que eso, si come demasiado se muere, dice mi hija que dijo la vendedora.
Le doy la ración del domingo a la mañana mientras pienso en miles de peces apiñados en los centros comerciales comprando regalos navideños. Transpirados, de mal humor, agobiados, con paquetes llenos de objetos de poliester que serán olvidados en unos días.
No hay lugar para estacionar. No hay lugar.
Si come demasiado se muere Florencia. Una opresión en la garganta y caput.
Como ayer entre paquetes y agendas de festejos.
Cae una nieve de plancton disecado y me concedo es mejor no entender.
Florencia nada y es su vida y no sabe. Consistiría en eso supongo y acomodo el muñeco de los pelos mientras pienso que todavía no tiene ningún nombre.