jueves, 10 de mayo de 2018

Sin noticias de Marta ni de Toribio




Dónde iría a parar esa ropa que guardaba año a año en bolsas de polietileno verdes, o negras, pero siempre con naftalina, una costumbre casi automática con improbable resultado eficiente, pero que servía para calmar la culpa. Despojarse de la ropa no era bueno para ella, no tanto por la economía del bolsillo, más bien por el planeta, la ecología, esas cosas que aprendió de grande y acepta a piejuntillas, como todo mandato inocuo, y que nadie sabe bien si sirven para algo. Pero mientras otros entonces los descartan (los mandatos inocuos), ella los sigue y así es como en invierno pasa frío porque las estufas eléctricas son terribles para el planeta, separa orgánico e inorgánico y pide a su hija y a todos lo mismo y los otros dedican el mismo tiempo a actividades más placenteras, y están de mejor humor. Y eso tal vez, en una sumatoria imaginaria, una nube gigantesca de buen humor, imagina, sube hasta el cielo y llueve buen humor, lo que tal vez, piensa, es mejor para el planeta que tanto ahorro energético y tanto separar latas de atún de la yerba de ayer.
Pero dónde iría a parar esa ropa si ella muriera ahora, y además, ropa que ya va quedando chica, zapatos que están fuera de moda, y si al fin y al cabo habrá gente que la necesita, y piensa, en medio de la tristeza de pensar la tristeza de tener que vivir con ropa usada por otro, piensa en que lo decidió, un buen día puso todo en tres o cuatro bolsas, las donó a uno de esos lugares donde gente que es muy especial trabaja para que otra gente pueda comer, vestirse, porque los gobiernos, y la justicia.
Entonces ahora no tiene qué ponerse, como decían antes las mujeres, no tengo qué ponerme. Esas expresiones retro que reaparecen en sus amigos, en ella, porque ya empiezan a ser retro ellos. Esa ropa, dónde iría a parar esa ropa que ya es retro. Su lenguaje es retro: escribe las palabras completas, los acentos, incluso en los mensajes telefónicos, piensa, se piensa tan gris y oliendo a viejo para su hija cuando ve las fotos en esa red social, ya la que usa es vieja y nadie levanta por ahí, según su hija, claro, pero también según su hermana. Lo que lo torna irrefutable. Pero si yo no quiero levantar, dice a su hija, bueno, relacionarte, contesta la hija mientras mira en dos segundos varias fotos sucesivas: un culo imposible dentro de una malla ochentosa, un chico fotografiado con una percha, dos chicas con gesto de besar a la cámara. A todo su hija pone corazones. A esa altura, piensa que nada de esto es así, su resistencia a decir wapp, Instagram, meme, selfie, hacer patito, definiciones exactas para todo lo que pensó antes, es porque, eso: ya es retro.
Para corroborarlo, mira alrededor. Un calendario de feriados de la Asociación de pintores con la boca y el pie. Media cara de Piglia mirando desde una foto. El impuesto inmobiliario y las instrucciones de pago. Cuadros de jirafas e hipocampos pintados por su hija hace diez años. Libros, en papel, por supuesto. Una bicicleta fija que nadie usa. Discos compactos, papeles, fotos. Todo, todo es retro, corrobora con espanto.
Y si es retro es que pasó mucho tiempo y nunca se dio cuenta. Se da cuenta ahora que piensa en los mandatos inocuos. El inocuo oficio de, dijo hace unos días, pensando que todo al fin y al cabo es un inocuo oficio últimamente. Un trámite permanente para qué, para dónde, pensaba. Y su lenguaje es tan retro que pensó y escribió piejuntillas, ya nadie habla así. Le divierte a veces sumarse a grupos en las redes sociales, grupos de costura por ejemplo. No es que cosa, pero le resulta curiosa la manera de hablar de la gente, de comunicarse en las redes sociales, distintos tipos de habla, desastrosos, que antes sufría y ahora empieza a tomarlos como curiosidades filológicas.
No quiere caer en la autocompasión, pero se ve desde arriba y se apena de sí, tan siempre separando orgánico y no, tan de mejor no comprar porque el gasto de energía para el planeta, y para qué, ma, si el planeta se va a ir a la mierda igual, dice su hija, y no le falta razón, pero cómo hacer entonces, qué hacer con los mandatos inocuos. Porque de qué vivimos sino de las pasiones inútiles, si no a preguntarle al que pintó eso con la boca y el pie. Le da pena de sí, un pintor sin manos en un calendario y ella cumpliendo –ya no a piejuntillas- y cumpliendo con todo lo inocuo, porque, como decía su padre, para qué correr bajo la lluvia si igual te vas a mojar.
Lo que no tuvo en cuenta su padre es que ella ama la lluvia. Y pone tanto empeño en salir con piloto, paraguas, cubierta, test de hombre (mujer) bajo la lluvia, en lugar de mojarse, aunque sea retro. Sabés algo de Marta? Pregunta su madre pudiendo con el teléfono móvil. Menos que vos que vivís a una cuadra, le contesta, de todos modos porque para la familia es la mala de la familia y cada vez importa menos, si ya empieza a pensar dónde irá a parar esa ropa ahí colgada. Esta tarde sin falta me ocupo, dice a sus hermanas, no podemos seguir así sin noticias de Marta ni de Toribio. Suena a Boquitas pintadas, contesta la del medio, que todavía también escribe palabras. La que la llevaba en un triciclo y le decía Tati, vamos a canín? Y la llevaba al jardín imaginario, en la infancia donde casi todo es imaginario, un poco más que ahora, en esta tarde de lluvia en la que Piglia la mira y debajo: a medida que el ELA minaba su cuerpo, el cuerpo minado, la lluvia, el jardín imaginario, todo muy retro, debe pensar su hija.


miércoles, 1 de mayo de 2013

UN SISTEMA CONVENCIONAL

Personajes: Olivetti, Sofía.
Es el atardecer del viernes. Por el balcón aparecen las primeras luces. Se escucha  la alarma incesante de un automóvil. En el sillón del living de diseño contemporáneo de color cereza, Olivetti mira la TV. Sostiene sobre la cabeza una bolsa de polietileno con hielo, de la que caen unas gotas que ruedan por las sienes y van a parar a la camiseta de “Trámite interno”,  un equipo de fútbol de la liga judicial. Sofía, a su lado, preocupada.
Sofía: -Y bueno, paciencia, ya va a mejorar la cosa.
Olivetti: -Qué va a mejorar si dijeron que tienen que rascar la olla para pagarnos.
Sofía: -Y claro. Y sí. Qué se le va a hacer. Pero es la misma olla para todos, ¿o hay distintas ollas?
Olivetti: -Bueno, depende. Por el momento para la nuestra no llega a tiempo la partida de virulana.
Sofía: -A propósito, ¿fuiste al API a ver si salió ese certificado que nos piden en el banco?
Olivetti: -¿En qué banco?
Sofía: -Ay, amoooor, prestame atención: galaxia, sistema solar, planeta tierra… ¿Te acordás que en el banco nos piden para el crédito un informe del API de que no tenemos vivienda propia?
Olivetti: -Y si no tenemos vivienda propia.
Sofía: -Ya lo sé, pero lo tenemos que acreditar ante el banco. ¿Y te acordás que nos saltó un tercio indiviso del terrenito de Pueblo Muñoz de tu papá, cuando se le ocurrió la pyme de la cebolla, te acordás? Que después fue a la quiebra y se remató, pero nadie lo compró y sigue a nombre de ustedes. Y en la comuna dijeron que no valía la pena volver a rematar porque no cubría los gastos, ¿te acordás?
Olivetti: -Ahhh, sí, ni me acordaba… qué se yo, no lo tengo en cuenta...  Pero ocupate vos, Sofi, yo a la mañana no puedo salir del juzgado.
Sofía: -Sí, mi vida, pero vos sos abogado.  Además cómo puede ser. Si dicen que algunos dan clase a la mañana. Y vos, a la mañana ni hablar, a la tarde, si estás en casa, estás con un expediente.
Olivetti: -Qué van a dar clase… Vos te creés cada cosa… uh …aaaaaaaay… Taborda.
Sofía: -¿Taborda? ¿Quién es Taborda?
Olivetti: -Taborda contra FUNDAEMU.
Sofía: -Otra vez con eso. Mejor voy a ver la salsa, que debe estar como en la olla de la provincia.
Sofía se levanta, va hasta la cocina. Olivetti está como en trance, con la mirada fija en la TV. En la pantalla un hombre de físico apolíneo y aspecto saludable  habla por teléfono y sonríe a la cámara desde una cinta de correr. Debajo una leyenda que dice “llame ya”, un número, y en letras rojas titilantes: “Si llama en la primera media hora se incluye bluetooth y whatsapp por el mismo precio”. De pronto, Olivetti se sobresalta.
Olivetti: -Sofi, yo no puedo ir al cumple de tu mamá.
Sofía: -Náaaaaaaa!!!! ¿Cómo que no podéeeessss?????? Uuuuuuh noooooo… pero amoooor, no, ni se te ocurra, si ya le dije que vamos. .. Nene, mirá, ya tuvimos que remarla tres meses con lo de fin de año, que todavía no me cree que te intoxicaste con yogur. No, no, esta vez tenés que estar. Además tenía un poco de razón mi mamá…, a quién se le ocurre tomarse un yogur vencido.
Olivetti: -Pero qué querés, si hacía tres meses que estaba en la heladera del juzgado. Y no, no voy… qué voy a hacer si tengo que mirar el de Taborda con FUNDAEMU, me lo dejó el martillero y lo tengo que tener listo para el lunes sí o sí. Me preocupa Sofi, Taborda fue el otro día y me mostró que se tiene que poner una cadera de platino y no tiene plata para operarse, y otra vez con eso de que la fundación es todo mentira, y sí, ya sé, pero no le puedo decir ya sé, entendés Sofi, y es cierto lo de la cadera porque el tipo trabajó treinta años en la fundación, pero cómo le explico que estaba el bien de familia, si el tipo me dice pero doctor ahí funcionaban oficinas, y sí, le dije, pero primero había que hacer la desafectación… bueno, ahora está el martillero interviniendo, le dije, disculpemé doctor, me dijo el  tipo, yo de papeles no entiendo nada, pero entonces ya se hace el remate, será la semana que viene, me dice, y bueno, puede tardar algún tiempo más le digo, mirá cómo me acuerdo… todas las noches me acuerdo, pero claro, el abogado ya no me cree más, me dice igual que mi cliente, qué cliente le digo, y, Taborda, me dice, cuál va ser, no me cree más, y bueno, le digo, doctor, yo le explico, no se preocupe… entendés Sofi, que tu mamá no sabe que esto es así.
Sofía viene de la cocina con dos vasos en la mano. En la TV el hombre de la cinta sigue hablando por teléfono, y con la otra mano  sube y baja rítmicamente una mancuerna; sin dejar de hacerlo, mira la cámara y dice: “¡Por cincuenta pesos más incluye guía de suplementos dietarios aprobados por la Organización Mundial de la Salud!”.
Sofía:-Ves, amor, ves, eso te tenés que comprar. Mirá que bueno, te va a servir para relajarte. No podés estar siempre pensando en expedientes.
Sofía está parada en medio del living, con los vasos, mirando la publicidad. Olivetti sigue con la mirada de trance.
Olivetti: -Detrás de los expedientes hay gente, Sofi.
Sofía: -Gente hay en todos lados, amor, es el mundo así. Y menos mal que hay gente, en el futuro no va a haber ni agua, quién sabe que será de nuestros hijos. Ya te lo explicó la psico, amor, ya te dijo que la justicia es una idea que hay que tratar de realizar pero es un sistema convencional, humano, por lo tanto falible… Además no tenés que cuestionar tanto. Como eso de los carteles. Qué tenés que hacerte mala sangre por los carteles. Si la chica de mesa de entradas puso No hay abrochadora ni útiles de oficina, bueno, tomalo con soda, se habrá cansado de que le pidan la abrochadora cada cinco minutos,  bueno, entendela, es subrogante. La gente ni lee los carteles. Hablando de soda, no pusiste soda en la heladera. ¿Y por qué el yogur estuvo tanto tiempo en la heladera del juzgado? ¿Nadie lo vio?
Olivetti: -El tiempo vuela… no me di cuenta que hacía tanto que estaba.  Mirá si en medio de ese caos voy a mirar la fecha de vencimiento de un actimel. Si muero ahí, me muero de tétanos, no de intoxicación. Salvo que el Botita no guarde la yerba cuando fumigan. Qué va a guardar. Uhhhh, me parece que el de Taborda lo pasé para costura…
Sofía: -Ves que te hacés problema por todo… vas y lo agarrás y ya… y si no está cosido, coselo, si yo te coso los ruedos también, no se te van a caer los galones por eso.¿ Y por qué de tétanos? ¿Por los ganchitos?
Olivetti: -O por el taco aguja que una abogada me clave en el ojo si seguimos así.
Sofía: -Bueno, qué tiene que ver el Botita con el cumple de mi mamá. Lo mirás este finde, descosido, y el Botita te lo cose el lunes a primera hora.
Olivetti:-Pero no Sofi, no entendés, es que en el juzgado no hay lugar, entonces el Botita cose en el juzgado de al lado, mirá si lo voy a llamar al secre de la ocho para que me abra, vive en Funes. Además el Botita lleva las cédulas a primera hora, si lo hago coser no le entra en el esquema. Uhhh no, otra vez… otra vez el martillero diciéndome que yo cobro todos los meses…
Sofía: -Pero, ¿no me dijiste que el martillero es Rapignani? Si ese tiene un audi, yo lo vi en un semáforo. Qué problema te hacés… mmm.. nene, no aprendés más vos, eh. Che, y así que el de la ocho se mudó al final a Funes… uh, pobre, se habrá inundado. Y la cuota del crédito la tienen que pagar igual, ¿no?
Olivetti entrecierra los ojos. Ahora en  la TV ahora una mujer y un hombre sonríen a la cámara, el hombre dice: “No de nuevo, decía”. Sofía acomoda  sobre una mesa ratona la vajilla y una jarra con un líquido anaranjado. Trae de la cocina una fuente de pasta humeante.
Sofía: -Dale amor, servite que ya te estás durmiendo.
Olivetti: -¿Vino no compraste?
Sofía: -Me dijiste que te da acidez. Tenemos juguito light. Que me dijeron que no es cierto que la fenilalanina sea cancerígena.
Olivetti: -Che, me preocupa Taborda, qué estará haciendo ahora. ¿Lo habrán operado?
Se hace un silencio. En la publicidad dice “ satisfacción garantizada”. El ritmo mandibular de Olivetti se hace más lento.
Olivetti: -¿Será cierto que te devuelven el dinero?
Sofía: -Pero nooooo,  son publicidades… además…  no te precupes por eso, es estrés, nada más. Bueno, ya va mejorar la cosa, comé amor que se enfría.
Olivetti: -Se enfría… sí, hummmm, sí, se enfría… Y sí, paciencia, ya va a mejorar la cosa.

(Apagón)

domingo, 12 de agosto de 2012

Sobre Rumania Santa Isabel, de Marcelo Cutró


Hablar de la filiación poética del autor, si es surrealista o neobarroco o neobarroso, si hereda de Perlongher o de Pizarnik, es un debate que dejo para la crítica literaria, en primer lugar, porque no lo soy. Pero además porque descreo de esa arqueología de los cánones estéticos. No parece que los manteles blancos flameando (p . 33) o la noche que es una sábana antigua permitan encasillar al poeta en la mirada surrealista. Su escritura de trazo minuciosamente depurado, cincelado, transgrede ese etiqueta.

La singularidad de este libro en la poética de Cutró es la incursión en la prosa poética, dado que está dividido en dos poemas compuestos por módulos formales a modo de montaje de escenas.

Hay una unión secreta y silenciosa entre los dos poemas, Rumania y Santa Isabel, que el lector va develando en cada vuelta de página; a medida que desviste su poesía comienza a entrever el nudo. Y si en Espina de agua, el poemario anterior, el elemento dominante es el agua, en Rumania Santa Isabel lo es el fuego. En ese sentido, Espina de agua funciona como un presagio de este nuevo libro en tanto define que somos/el fondo de un relámpago amarillo/ un nudo de fuego (p. 67.), porque Rumania es nudo de fuego. Además del fuego, en Espina de agua hay otro anticipo: allí donde Llueve intensamente y El cielo es rosa, el poeta nos ubica: Esto sucede en otro lado. Y Rumania Santa Isabel se construye un espacio que sucede en otro lugar, algo como ese tiempo que en aquella canción de Fernando Cabrera, está después.



El primer poema es Rumania, que se inaugura con soldados entrando en el callejón Ronsin. Nos lleva así a una calle parisina, más precisamente, al atelier de Brancusi, escultor rumano cuya obra es la vértebra del poema, como en el segundo, Santa Isabel, lo será la curandera del pueblo.

Se dice que Brancusi fue caminando desde Rumania hasta París, donde fue lavacopas; que era amigo de Modigliani y de Erik Satie. Estos elementos aparecen en toda la trama del poema: los soldados rezan, se pregunta si cantan. De cualquier modo, son formas de resistencia; el canto y el rezo, se aúnan y confunden como modos de resistencia en Brancusi, que cantaba en iglesias ortodoxas.

En este primer tramo del poema cuando Entre esas voces, una busca la columna por donde suben los muertos, se encuentra la primera demarcación de ese espacio poético, ese irse de la voz es RSI, esa voz va a otro lugar: un predio de clima onírico, delimitado por la fina línea entre la vigilia y el sueño. En ese entresueño, esa zona es donde acontece la poesía de RSI. Es una zona donde no se sabe si el día desaparece o regresa y todo es gris y reciente. En ese topos no hay ciudades, solo largas escalinatas para los amantes o heridos. Y los jóvenes caminan hacia el mismo lugar.

Ese límite está hecho de una textura casi impalpable: la seda, o el papel de fumar (p. 35)

Es un territorio que es terroso y terrorífico. La belleza es al mismo tiempo amenaza, o pesadilla, con la sugestión de ese viaje de la Alicia de Carroll al país de los personajes de inocencia tan monstruosa. El poema nos permite una nostálgica vuelta a las delicias del terror infantil: soldados sin sombra, novias arrojadas al fuego, una curandera que habla en lenguas.

Es también un lugar donde hace hace frío. Los días son azules y caen como nieve (p. 9). Es noviembre (p. 15) y en su país la nieve quiso quedarse en el parque (p. 17).

También se debe a Brancusi la presencia de la piedra: la luna siempre ha sido una piedra colgante. Un pez gris de piedra (p. 29).

Y la marca en el orillo, el Cutró auténtico, el luminoso, aparece en las felicidades de la luz: entre lo gris, las casas quemadas, el dolor de la memoria, -esa memoria que el piano no quiere-, la novia que separa luz para otras felicidades, y la otra envuelta en papel de fumar (p. 35) . Y al final los soldados sonríen en la lluvia, huyen del entierro (íd.).



El segundo poema que compone el libro es Santa Isabel. Es, se sabe, el lugar de infancia del poeta. Se construye en torno a la figura de la curandera del pueblo. La curandería es un acto equiparable al arte por cuanto es secreta, subversiva, y su apariencia externa es, como el oficio del arte en el caso de Brancusi, un ritual de resistencia. Aquí hay que decir que esto tampoco está librado al azar porque la poesía para Cutró es eminentemente un modo de resistencia. Según el poeta lo suyo es “la lucha con las palabras, el trabajo con el lenguaje”. Su valor, junto a la mirada exquisita, consiste en el ejercicio de la poesía como forma de combate con y desde el lenguaje. Cuando dice el tiempo sube, cambia de lugar, se anima a la inabarcable semántica de dos palabras –tiempo y lugar- separadas solo por otras tres. Un poeta que hace ese uso del lenguaje es un poeta que puede llegar caminando desde Rumania a París.



Los furtivos


Con la primera lluvia

la sombra helada

dejó la casa



y se encuentran

bajo limones llovidos



se besan brevemente



después borran todo rastro

de la siesta

sábado, 19 de mayo de 2012

De Este libro, El Ombú Bonsai, 2012

Una buena noticia: hay historias y autores y libros que van a acompañarlos siempre.


Tengo más de cuarenta años, es decir que soy una vieja, y cuando estoy en la cueva vuelvo y vuelvo a Lewis Carroll, un escritor inglés que vivió allá por el 1800; era además profesor de matemática. Y a pesar de que con todo eso hubiera debido ser un hombre aburrido y serio, él desafió a su época y sus pares con un lenguaje que influyó en la literatura posterior. Estos textos pertenecen a Alicia en el país de las maravillas, una hermosa historia que Carroll contaba a Alicia Liddell y sus hermanos navegando en un lago, en tardes brillantes y apacibles. Eso le valió el enojo de los padres Liddell, quienes lo expulsaron de la familia. Siendo Alicia, adulta, casada y con hijos, ella y Carroll siguieron escribiéndose.

No puedo nombrar al traductor porque extraje el texto de un viejo libro de infancia al que le faltan hojas, además de las leyendas con fibra que imprimió mi hermana menor, como Heidi Heidi Heidi, tal vez era su modo de protesta, ahora que lo pienso, debía gustarle más la niña de los Alpes que Alicia.

Eres viejo, Padre Guillermo

Eres viejo, Padre Guillermo –dijo el joven-,

Y el pelo se te ha puesto blanco;

Sin embargo, insistes en pararte de cabeza…

¿Te parece bien eso a tu edad?



Cuando joven –replicó el Padre Guillermo a su hijo-

Temía me dañase el cerebro;

Pero ahora, seguro que no me queda ningún seso,

Me doy el gusto de hacerlo todo el día.



Eres viejo, como ya te dije antes,

Y te has puesto extraordinariamente gordo;

Con todo, has dado una vuelta de carnero hacia atrás.



¿Cuál es la razón de todo ello?



Cuando joven –dijo el sabio, sacudiendo las canas-,

Conservaba ágiles todos mis miembros.

Usando este ungüento –veinte pesos el frasco-.

Permíteme venderte unos cuantos…



Eres viejo –dijo el joven- y tus dientes, aparentemente,

Son débiles para algo más duro que la manteca,

Pero te has comido todo el pato, con los huesos y el pico.

Por favor, ¿cómo has logrado semejante cosa?



Cuando joven –dijo el padre- estudié Derecho

Y trataba los casos con mi mujer;

Eso dio fuerza muscular a mi quijada,

Que me duró por el resto de mi vida.



Eres viejo –dijo el joven- y parece imposible

Que tu vista sea buena como antes,

Pero mantienes a una anguila en equilibrio

En la punta de la nariz, ¿cómo eres tan hábil?



He respondido tres preguntas y ya basta-

Dijo el padre-. No te des airetes,

¿Crees que puedo escuchar todo el día

Tantos disparates? ¡Fuera! O te doy un puntapié

Y te mando escaleras abajo.



Pasé por su jardín



Pasé por su jardín y vi con un solo ojo

Que el Búho y la Pantera compartían el pastel:

La Pantera comía la corteza, la salsa y la carne,

Mientras el Búho obtenía la fuente como parte del banquete.

Cuando el pastel estuvo terminado, al Búho,

Le regalaron generosamente el cucharón

Mientras la Pantera obtuvo cuchillo y tenedor

Con un gruñido concluyó el banquete con…

jueves, 16 de febrero de 2012

Hora del té



(tres malpuemas nacidos en Cachivache, nuestra casita de té)



Indian delight



La carta promete


peras de otoño


jengibre y pimienta


en la taza reposa


el colador de té


como un pez espera


dormido


la caída del último grano de arena violeta.




Variedades


Té negro


té verde


infusiones


una rama de canela


perfuma tu viaje a Macedonia no sido


te abrazo en el pasillo


te guardo de la noche que te llevará.





Las acuáticas


Sumerge las hebras


tres veces


como si fuera


tres mujeres distintas.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Perro de aire, mujer de agua


 

Este perro vive del aire, no come nada

digo a mi hija el domingo a la noche

ya en los preparativos de la semana

milanesas de soja y el uniforme

y que no se olvide el libro de lengua.


 

Soy capaz de quejarme del desastre que hizo Félix

de papeles tirados en el piso

eso me alivia considerablemente

vuelvo a mi vida civil

a ser madre una responsable

mirando un noticiero en el que un tipo

dice que la derecha sigue siendo la misma derecha.


 

Las milanesas de soja son un bloque congelado

las pongo así en la olla

esperando que el calor las separe

y pienso

en si estamos separados o no

ahora que he vuelto a ser una sola persona

después de estos días de mis vidas dispares.


 

Era de noche.

El casino es igual que si fuera de día

no hay diferencia allí.

En el patio de los fumadores

la luz ondulaba en el agua

pensé en el momento perfecto del regreso

lo vi

en la ventanilla

con los hilos de agua y uno que iba en bici

y era tedioso esperar que Marcelo

terminara con las maquinitas.


 

Por suerte encuentro

el final de una peli

que me trae de vuelta de este lado

mi hija me cuenta su novela

y digo es tarde

hay que bañarse y preparar la mochi

y avisar a Estela que estamos en Moreno.


 

domingo, 22 de mayo de 2011

Día de elecciones

En la mesa 3617

los cubos de cartón

y las boletas

y la urna de colores.

Todo se comparte.

No es como antes.

son como antes

las autoridades

que toman mate

y gaseosa de naranja

y la barba del tipo

que fiscaliza y dirige

la fila de dos en la que estoy

detrás de mí

una mujer y dos nenas

cívicas las tres y moño rosa

la madre pañuelo e impermeable

todo rosa

y el ceño

de dónde te conozco, dice

de la facultad, digo.

Hablamos.

Un señor que se queja

de que esto es un quilombo.

En la pared

con letra infantil

deje aquí sus rebistas.

Dos chicos demasiado jóvenes

en la esquina

me dicen un piropo

y les contesto

Chicos, no están bien,

tengo más de cuarenta.

Compro

pastelitos de dulce

pan y una pre pizza.

De una casa enrejada

sale

olor a salsa

de esas

que se cuecen bien temprano

y se dejan.

Pasa un hombre

con una caja de pasta fresca.

Algo en el aire

de celebración

todavía persiste

eso del voto

o será que la gente

está aliviada

del poné a barlé toda la tarde.

Un container naranja

admite

botellas de plástico

para reciclar.

Mi DNI ya no tiene

espacio

para otras votaciones.

Me pregunto

si debo por esto hacer algún balance

y sin embargo

es un día precioso

esta vereda

húmeda y bordeada de lazos de amor

esas señoras

que salen del super

detrás de los lentes

la lágrima de pintura negra

que cruza la cara de mónica fein

es todo tan claro y tan presente

que tal vez no vote la próxima

y no importe.

domingo, 15 de mayo de 2011

LOS VIAJES DEL AGUA

A propósito de Buceo, de Edgardo Zotto, Mansalva, 2010.

http://www.nuestrotaller.com.ar/wp-content/uploads/2011/05/Buceo.jpg

Bucear en los poemas de EZ y volver al mundo exterior, a la atmósfera seca, nos deja esa suave tristeza del final de los viajes, porque hay algo allí que se escurre todo el tiempo. Escurrir en su acepción de deslizar, escabullirse.

En algunos parajes no hay semántica posible. Como Abstracto/Concreto. No se trata de lo que nombra, porque es más lo que calla que lo nombrado.

Se dice que escribir es un intento de cercar. Los poemas serían, entonces, un cerco de palabras. Pero cuando Zotto cerca, se a-cerca, y cuando parece que algo ha quedado cercado, allí es donde se va, se pierde. Un viaje del agua. Todo está fluyendo y corriendo y perdiéndose en los cauces que dispone.

Pierde la luz de lo soñado en la oscuridad de la vigilia.

Todo se pierde en los pliegues del lenguaje como en Bien pudo ser Islandia: Nada que decir y dice, callando, todo.

La memoria es también un intento de cercar eso que corre. Es piadoso: nos da una clave en el epígrafe, nos avisa: no hay manera posible, sólo es bucear, todo es maleable materia del olvido. Nos deja a salvo de su otra obsesión: que algo se fije en la memoria, nos exonera (quiere hacerlo) de su dolor. Sin embargo, todavía duele en estos poemas el olvido porque todo lo quisiera en la memoria: Creo que estuve ahí /pero no estoy seguro.

En esta sumersión uno va completo, porque hay un océano en lo que calla.

Calla, es decoroso. Y sin embargo, Zotto no decora. Su poesía no es vistosa, no se viste de nada. Nada. Con nosotros nada, despoja. No talla, no estalla, persiste hasta encontrar el jugo de la piedra.

El autor no está, se desdibuja para dejar lugar al espesor de la imagen. Puede adivinarse en la nostalgia de Tiempos, un poema atemporal, otra vez ese leve sarcasmo, decir pero no decir, tiempo pero atemporal

Cuando el autor está, lo vemos situado en un lugar que, como dice Fernando Cabrera, está después: estrellas/ de roja levedad/ de lisísima trama. Su poesía es sin edad, es también una predicción estética.

Está también su vitalidad, como cuando busca un signo de lo vivo en el grillo insomne.

Y lo vemos invisible en la despedida, Buceo, un raro palíndromo, nos deja ir con la estela de lo nuevo.

Buceo es un viaje a las profundidades a las que uno siempre querrá volver.

sábado, 9 de abril de 2011

El porvenir de las vacas


Las mesas son de pino

y el piso pinotea

de dos clases.

Las copas

brillan

a contraluz.

En la ventana

un hilo de agua.

Tres vacas

desde un cuadro

me miran pinchar un bocado que sangra

preguntan

si acaso

se pusiera de moda

un tirando a jugoso

de triguito burgol.

miércoles, 23 de marzo de 2011

periferia

en el sur
no hay tsunamis

hay
tormentas
tornados
precipitaciones aisladas
catástrofes
alertas

y esta
primera lluvia
sin su voz

domingo, 20 de marzo de 2011

EL RINCON VIP: Por fin, inauguró La Despensa


En directo para la NNC, en la inauguración de La Despensa García Martínez, los accionistas mayoritarios Rama y Poliester. La locución fue cubierta por el mismo Rama, por razones presupuestarias.

En rueda de prensa se les preguntó si la obra estaba lista para ser publicada. Poliester respondió "Qué obra?". Rama salió al cruce diciendo que le falta un toque de cocción.

Mastrizzo fue al fin dilucidada en la red social y aportará platos principales. Praderas en viaje de negocios con Marcos Bloom, animado por la ola negra. Laburáin prepara su vestido negro más intenso para ser la primera habitué. Boasso se encargaría del pasaplatos.

el arca de los torsegno

llueve
desde mi portalámparas

la mesa
isla de roca
sobre el territorio
del parquet inundado

si enciendo la luz,
¿haré relámpagos?

plaza jewell

Una hilera de árboles
y nuevos edificios
al final
como en un cuento
la paz de la muralla
y el brillo del riego.

Estas cosas
y el tapizado
distracciones del día.

lunes, 24 de enero de 2011

capítulos de patas, olvidados u omitidos, ya no sé

y sin correcciones

MI AMIGA BARTLEBY

Lo peor no era revisar el proyecto sino tener que ponerme en contacto con mi director de tesis y comunicarle que no había aprobado. Decirle que iba a tener que trabajar más por culpa de mi obstinación en un enfoque que él me había desaconsejado.

Acordamos un encuentro en el bar de la facultad. No le adelanté nada y él, sabiendo que yo tenía el resultado, no me lo preguntó.

Por primera vez llegué antes. Pedí café.

La población estudiantil del bar consistía en tres chicas, una de ellas con minifalda, que tomaban café con edulcorante; una mesa con dos chicos pálidos concentrados en sus apuntes, uno tomaba agua tónica y el otro mineral sin gas. En ese momento advertí que había sido impiadoso citar a mi director a las cinco de la tarde cuando el termómetro no bajaba de los treinta y ocho grados.

-No hay acondicionador de aire? –pregunté al Yeti cuando me trajo el café.

-Esto es Argentina –me contestó. Después me miró tres segundos. –Bueno, vos sos chileno, ya sabés cómo es esto.

Las chicas de la mesa hablaban en voz baja y sonreían. Una de ellas me miraba pero no era la de la minifalda. Eran las cinco y veinte. Como no estaba bien mirar las piernas de una alumna de la facultad, saqué de mi bolso un libro de Melville que había prestado Juan.

Narcisa me había hablado de un cuento de Melville sobre un oficinista. Lo busqué. Bartleby el escribiente.

La había llamado tres veces en la última semana y no había podido encontrarme con ella. Como Bartleby, Narcisa me era inasequible. Preferiría no hacerlo, decía sin decirlo.

Llegó el director. Pude ver que tenía el mismo pantalón que en el invierno. Pedí café para él.

-No me lo aprobaron –le dije enseguida.

-Ya lo sé- contestó mientras miraba de reojo a Minifaldas estéticas.

Esperé el aluvión admonitorio, o como mínimo un te lo dije. Pero en cambio:

-No me extraña. Son unos burócratas de mierda –dijo dedicándose al café y olvidando la minifalda.

Quedé pasmado. Era la primera vez que lo escuchaba hablar así. Siempre había sido fijate, cuidado, mirá que no es conveniente, por qué mejor no considerar. Y ahora que

debería sancionar mi exceso de confianza -me lo había firmado sin leer la versión final y yo le había dicho sin darle importancia, después de que firmó, que tal vez haría algunas modificaciones, y él había dicho sí con la cabeza- no lo hacía. A mi favor podía pensarse que no fue exactamente una traición sino más exactamente un vuelco involuntario. Una cosa que me apareció en el estómago cuando tuve la nota firmada. Cambiar lo que quería costaba sólo alterar dos páginas y la foliatura. No pude no hacerlo. Algunos cambios, le había dicho y no dejaba de ser eso. Sólo que no le había dicho qué había cambiado y que ese viraje inesperado implicaba un desplazamiento de algunos puntos fundamentales del proyecto.

Ahora él leía y yo esperaba el veredicto que no apelaría, cumpliría mi condena, vender las cosas o dárselas a Anka, despedirme. Despedirme.

-Muy bien, me lo llevo y en dos días te paso un cronograma. Cuántos días tenés? –dijo.

-Quince.

-En diez lo tenemos, no te preocupes.

-Pero hay que revisar el marco teórico también. Es imposible.

-Ni se te ocurra. Va a ir así.- dijo mientras se levantaba y se iba con mi proyecto fallido.

Estaba desconcertado. Me culpé por mi irreductibilidad, por mi estúpida actitud de apartarme de lo que me demarcaban como la vía utilitaria. La sensatez me aburría, me sabía a renuncia a mis principios, entonces tenía la regla de no ser sensato; tampoco lo contrario, porque era lo mismo pero del otro lado. Casi siempre me iba mal. Y ahora había hecho lo mismo con mi tesis y lo pagaría. No sabía si mi director era consciente de lo que significaba la beca para mí: no era sólo mi sostén económico, era la posibilidad de seguir con una vida que era la mía, en un país que no era el mío y que amaba, con personas que no quería dejar por el camino, con mi pasado por primera vez archivado en un lugar en el que no molestaba.

Al día siguiente recibí el correo electrónico en el que me daba las directivas para la revisión. Era la idea original, no la de las correcciones. “Estos hijos de puta quieren que todos seamos empleados de las multinacionales” decía en el mail.

Tuve una felicidad que era como un chicle de la infancia. Empecé a trabajar febrilmente, escribía todo el día y parte de la noche.

Cuando descansaba unos minutos para tomar un café la llamaba a Narcisa. Nunca estaba.

Volví a Bartleby. Yo era el escribiente pero Bartleby era ella: “parecía acechar en ella cierto desdén tranquilo”, decía Melville. Cuando la encontré le conté que estaba enfrascado en la tesis y que quería despejarme, almorzar con ella en el bar del puerto; me dijo que estaba terminando un trabajo y que salía muy tarde. Prefiero no cenar hoy”, decía el oficinista de Melville.

Seguía escribiendo, pensando en que en algún momento iba a contarme qué era lo que estaba pasando. Llamé a Berta, a Anka. Todo normal. Pero no, yo sabía que no.

El final de Bartleby era demoledor. Preferiría no pensar en eso.

Mis días se agotaban en ese plexo: el proyecto, el café, la distancia de ella. Mi casa estaba inhabitable, había servilletas de papel por todas partes, mayonesas y ketchups estrangulados y fuera de la heladera, botellas vacías.

El café se había quemado. Acaricié la tapa del libro, lo olí. Busqué las páginas finales del cuento. Una oficina de cartas muertas. Yo era una oficina de cartas muertas.

lunes, 13 de diciembre de 2010

sábado, 11 de diciembre de 2010

lunes, 22 de noviembre de 2010

APUCHETA con los 13 biromes


De izquierda a derecha: abajo: Doffo, Poliester, Trovatto, López Puccio, Pujol, García, Castro Leguizamón, Almagro Paz; arriba: Galimberti, Isaia, Villate, Galliano, Magnano y el pater Scalona.

Apucheta, Crónicas del barro, puede leerse como novela colectiva o nouvelle esquizo que se mantuvo en sus trece a fuerza de doce y sin mí, pero me pudieron, tracción a sangre y corazones, de eso tienen mucho.

Un gran abrazo en el que quepan las 13 biromes.

El libro sale en diciembre por Homo Sapiens.

jueves, 12 de agosto de 2010

viejas escenas omitidas

NARCISO

Me sorprendió recibir su mail porque hacía mucho tiempo que no nos comunicábamos. Se había radicado en Berlín desde hacía cinco años. Al principio me escribía todas las semanas y le contestaba puntualmente. Después las comunicaciones se perdieron en el tiempo y el espacio.
Algunas veces lo recordaba. Para mí era Narciso porque era mi alter ego y porque además era esa su definición: nunca había conocido un tipo tan narcisista. Pero habíamos sido muy amigos, siempre nos habíamos querido a pesar de lo mucho que nos irritábamos mutuamente, él con sus tics femeninos, reprochándome siempre lo que yo no hacía o hacía mal, y yo con mis raptos explosivos, mi malhumor, mi llanto por todo.
Había sido mi compañía antes de haber conocido a Calio, a Berta, a Anka. Había sido único, no fungible. Después la presencia de esos tres lo alteró un poco y se fue alejando.
Pero antes habíamos estado muy cerca. Siempre me decía alguna cosa hueca, alguna frivolidad en medio de mis recurrentes oscuridades. Me hacía reír porque realmente era imposible esperar de él algún rasgo de madurez, un consejo, cosas que uno espera de un amigo en los momentos en que el agua turbia sube y sube. El no. El me decía alguna ocurrencia completamente divorciada del sentido común, alguna insensatez, pero inexplicablemente eso decantaba en una inmensa dosis de ternura que sabía proferir en cuanto yo necesitaba.
Pensaba (nunca se lo dije) que en realidad se trataba de una fórmula repelente del dolor porque era extremadamente sensible. De otra manera no había por qué protegerse de nada. Para mí entrar y salir de esos lugares era simple, tenía como un entrenamiento para las caídas abruptas. El no caía. Yo sospechaba que él no sabía entrar y salir, transitar. Debía ser demasiado doloroso su dolor, siempre allá en lo profundo de ese río oscuro.
Entonces jugábamos a cualquier cosa, peleábamos por todo, nos reíamos de todo. Yo lo castigaba por su excesiva femineidad y a él eso lo halagaba muchísimo. Era totalmente distinto que cualquier otro hombre, por lo tanto. Le gustaban las mujeres, tal vez también los hombres, nunca lo supe porque jugaba con eso y yo le seguía el juego, no había para mí ningún peligro porque, aunque amaba mi parte masculina, me gustaban sin duda los hombres. Lo que amaba de ellos era, justamente, que estaban del otro lado.
Narciso y yo habíamos sido dos mitades, sin nunca ningún contacto físico porque lo habíamos respetado así, por esos pactos que funcionan entre dos sin que exista explicación, por miedo a perder el uno al otro, o porque sí, porque el cuerpo era una cuestión menor, una vulgaridad, un ejercicio para otros. No sabía. En todo caso sí sabía que era así, ninguno hacía nada para pasar a otro estado.
Yo suponía que a él le hubiera encantado que yo fuera hombre. Pero después pude saber que no era así. Lo supe por un subterfugio en algo que dijo y ya no recuerdo. Lo vi en sus ojos porque se ponían húmedos cuando yo le decía ciertas cosas. Cuando conocí a Calio y vi el mismo detalle me sorprendí. Eran los dos únicos tipos que lloraban así, silenciosamente, con una lágrima mínima y oculta, cuando yo decía ciertas cosas.
Entonces en su mail me decía que venía a pasar unos meses a la Argentina, que lo fuera a esperar al aeropuerto. No me hizo mucha gracia, sobre todo porque llegaba a las tres de la mañana. Calio no quería ir. Berta trabajaba al día siguiente. Anka no lo soportaba más de tres minutos.
Estuve en el aeropuerto a la hora señalada, a desgano, tal vez porque no sabía con qué me iba a encontrar. No sabía si sería como antes.
Esperaba. Faltaban quince minutos. No era casual que viniera por aire. Narciso era un tipo del aire. Entendí su incompatibilidad con los otros tres. Entendí que se hubiera alejado con la elegancia que podía esperarse de él.
Vi su pelo desde lejos. Vi su campera azul, era él, se reía ancho con sus dientes todos y fue hermoso verlo de nuevo.
Nos abrazamos unos minutos y estaba excesivamente perfumado, como antes pero había cambiado de marca. Me apretó muy fuerte y me dijo: -Hija de puta, cómo te extrañé.
Yo también lo había extrañado. Se lo dije y me contestó que sería por eso que le escribía tanto. Ahí estaba: Narciso otra vez. Me contó un par de cosas y ya estábamos peleando como antes.
Sin embargo no era igual. Era el aire que él traía. O se había edificado algo entre los dos, una arquitectura leve y callada que nos ponía en lugares separados. Agua y aire.
Era extraño. Había llorado tanto por el momento en que lo perdiera, y ahora estaba ahí con la evidencia completa de que lo había perdido y era como si nada, como si fuera natural, como la caída del cabello, como las fases de la luna.
Para él debía ser lo mismo. Dije una de esas cosas que lo harían húmedo. Nada. No había caso. Nos habíamos perdido. Estaba la risa, sí. Era gracioso, lo que contribuía a saber que nos habíamos perdido. Era objetivamente gracioso, no como antes, cuando decía cosas que a todos parecían estúpidas y a mí, sólo a mí, me hacían reír tanto.
El me hablaba del viaje, de la comida del avión que era horrible. Fuimos hasta un bar. Como siempre, eligió una ubicación en que la luz le fuera favorable para que no se notara cuánto pelo menos tenía. Antes eso era encantador. Ahora previsible.
Salimos del bar, caminábamos hasta mi casa. Veía los puentes, las declaraciones de amor eterno. Seba te necesito para vivir. Vane te amo por siempre. Dónde van esos refugios, esos enclaves de amores eternos, de dichas sin límite, las palabras entre dos, el agua, la sangre en las venas, los atajos al tiempo, las uvas compartidas? Dónde estaría Vane, dónde Seba? La pintura tardaría más en borrarse que las sensaciones habidas entre todos esos pares, incluidos Narciso y yo. Pensaba mucho en eso: en la subsistencia de los objetos por sobre las personas. En mi trabajo había una silla, habíamos pasado varias generaciones de empleados, la silla seguía ahí.
Había un cartel donde una multinacional ofrecía bomba de chocolate con helado de crema a domicilio. La felicidad al alcance de la mano y mejor: para disfrutarla solo. Recordé una encuesta que se había hecho en Canadá. La pregunta era qué elegiría si tuviera que prescindir definitivamente de una cosa: el chocolate o el sexo. La mayoría prescindiría del sexo, decía la encuesta.
Probablemente no les faltaba razón a los encuestados. El deseo podría ser una sensación provocada por un estímulo químico, endorfinas o algo así, por ende suministrable por una barra de chocolate. Mejor aún: por una píldora. Llegaría el momento de la historia en que nos administraríamos el deseo con dosis calculadas bajo prescripción médica. La cultura era capaz de eso, de suplir el sexo por un chocolate. De bajas calorías, óptimo.
Traté de pensar que esos lugares que transitamos alguna vez pensando que serían eternos estaban en algún lugar, la energía se transforma. Dónde estaban? Una amiga me contaba que no entendía dónde iban los teléfonos celulares, las PC, todo lo que el consumo deroga cotidianamente. Dónde iba todo eso? A China, dice Ambito Financiero. Respuestas concretas de periodistas pragmáticos.
Por mi parte, opté por pensar en que estaban en el aire. El aire que me había traído a Narciso, el aire que también me lo había llevado. Sin dolor, sin estridencias. A cambio de bombas de chocolate con helado de crema.

sábado, 29 de mayo de 2010

la fiesta

Esa noche fui a buscarlas antes de lo acordado, en mi departamento hacía unos cuarenta grados, o sólo por verla con el pelo mojado.
Berta estaba de buen humor, vestida de negro, con un anillo de acrílico verde esmeralda.
Después ella y su perfume, ey, cómo va, sus piernas.
En una hora quince llegamos a la quinta. Nos presentamos como amigos de Juan, era una casa suntuosa: un parque poblado con variedad de especies, piscina y un invernadero. Habían instalado una barra provista de vinos nobles, martinis, espumantes, jugos de fruta, gin, energizantes, agua mineral. Se escuchaba lounge y electro jazz a la luz de velas y antorchas. Los invitados se reunían en grupos pequeños, hablaban y reían sin estridencia. Bebían, pero nadie fumaba.
Más tarde llegó Juan. Finalmente, Anka y Julio.
Nos ubicamos cerca de los extra brut, cinco chicos lindos que no miraban a nadie. Tomamos martinis, pero en poco tiempo se terminó y nos unimos a los gin tonic, eminentemente homosexual, mixto y muy ruidoso.
Después departimos con los extra brut que a esa altura ya se habían habilitado para mis amigas y uno de ellos era amante de Miles y había estado en Lisboa en los mismos lugares que me gustaban.
De lo que pasó esa noche recuerdo muy poco.
Sé que se estaba bien en esa fiesta, y que miré largo tiempo la luz que ondulaba en el fondo de la pileta. Narcisa y Berta bailaban descalzas. Julio y Anka se abrazaban en el invernadero. Juan besaba a una chica.
Sé que era tarde y vi a Narcisa transpirada, bellísima bajo el reflejo blanco de la luna nueva.
En un momento se sentó y fui a su lado, apoyé el brazo en su pierna y fue adrede. Algunos se desvestían y entraban en la pileta. Dijo vamos, recuerdo, y en el agua sentí que sus piernas abrazaban las mías, la besé, y salimos.
Ella me llevó de la mano, estoy seguro, hasta una habitación. No soy buena para esto, dijo. Dije que yo tampoco.
No recuerdo mucho más. Que la tocaba para cerciorarme de que la boca que se abría era la suya y la que daba era la mía. Que olía como el verano en Maracaîpe, a espesura vegetal, a clorofila, lluvia, árboles frutales.
Después dormí.
Cuando desperté había sol y ella dormía a mi lado. Fuimos hasta la pileta, la ropa seguía ahí, nos vestimos. La fiesta había terminado.
Íbamos en el auto sin hablar.
Antes de bajar, me abrazó brevemente. Bajó, caminó unos pasos, volvió.
-¿Todo bien?
-Todo bien –respondí.

sábado, 2 de enero de 2010

orden

papeles, papeles, papeles

rara manera de matar el tiempo

si él mismo se encarga


Cuando muera quemen todo.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Del consultorio de la Licenciada Primavera

Estimada Licenciada:Me tomo el atrevimiento de hacerle una pregunta que desde hace años me hago a mi misma y hasta ahora ( a pesar de que han transcurrido ya suficientes) no he encontrado la respuesta. ¿ Por qué el amor provoca en la gente una especie de demencia que impide ver la realidad en la mayoría de los casos? Y si Ud. coincide conmigo en esta idea, ¿ es eso bueno o malo para el protagonista?Segura de que su respuesta echará luz sobre mis dudas existenciales , espero ansiosamente su dedicada y concienzuda contestación fruto de sus te ( o tes?) de amapolas.La saludo con todo respeto y consideración, mientras oigo una linda canción y no tomo ninguna decisión, en el día de los enamorados fruto de una gran penetración ( entiéndase que cultural de los yankees).Firmado: Kiperkí
----- Mensaje original -----Fecha: Fri, 15 Feb 2008 23:42:14 +0200De: "mack de foglia" <amandapoliester@hotmail.com>Para: Kiperkí
Querida Kiperkí: No se trata en realidad de que el amor provoque eso que usted llama demencia, sino que más bien se podría explicar de esta manera: el amor es una especie de predio o zona ficcional donde se - el impersonal pretende sustuir delicadamente a ese sujeto que usted llama protagonista- ingresa accidentalmente por diversas razones cuyo origen puede usted estudiar en los Fragmentos del Discurso Amoroso de Barthes. Mientras se lo transita acontece esa "demencia" porque es ficcional y por ende no condice con esa idea que usted llama "realidad". Por mi parte no estaría tan segura de que lo pretendidamente real sea más real que lo ficcional. Pero eso es otro tema.No puede obviarse que durante el decurso de ese período existen sustancias químicas que genera el cerebro ante la presencia estímulo del objeto amado; eso es empíricamente comprobable, que producen temblores, aceleración del pulso, movimientos en la sangre y otros que preparan a los amantes para la penetración, ya que usted la nombra con recato, hay que decirlo, todo va a parar a ese momento. Es un aluvión químico y contribuye a la continuación de la especie, como puede ver. Como también podrá observar, la llamada "realidad" se asienta sobre la especie humana, cuyo motor es nada menos que ese volcanismo químico. El día de los enamorados no tiene nada que ver con eso, es más bien una cuestión gastronómica y el motivo de disputa entre dos ex-enamorados porque uno de ellos se olvidó de la ocasión. El oráculo es amapolar, ya lo sé. Pero las ficciones son y las sustancias químicas naturales son necesarias para la vida.Consultada la ciencia ichinesca, amiga Kiperkins, el hexagrama 41 dice que usted tiene en sus manos la llave.A continuación aclara que es la del auto, que su esposo está buscando en este momento mientras usted se informa sobre algo que le contará a él en un rato y a él le importará tanto como una minipimer.L.P.

jueves, 12 de noviembre de 2009

NIÑOS QUE CAEN DE LAS CALESAS

Uno de los riesgos de la ciudad es pararse cerca de una calesa, porque se corre el riesgo de ser aplastado por un niño que cae.
Los niños son llevados por sus madres con la ilusión de que paseen circularmente sobre un corcel azul y dorado o un helicóptero camuflado, pero la realidad demuestra que los niños se caen de las calesas. Y lo que es peor, se caen sobre las personas que están cerca con cámaras fotográficas y boletos para nuevas vueltas.
Algunos calesiteros dicen que existen estudios científicos en los que se ha tratado de determinar la causa de las caídas, aunque no puede encontrárselos; sólo se han rescatado dos pero están manchados de caramelo líquido y nada puede leerse, por lo que se sospecha que algún niño, ya caído y satisfecho con el pequeño viaje experimentado en la caída libre de la calesa, ha saboteado los escritos.
Otros dicen que eso no es verdad.
Y no faltan los que dicen no saber nada.

domingo, 4 de octubre de 2009

RECIFE

El letrero dice speedo en letras blancas pero si uno busca otra posición parecen plateadas, como los carteles de la ruta que dicen Chascomús y una flecha, o cualquier otra ciudad pero la misma flecha.
A la luz del día no será lo mismo, o sí, no tiene importancia en este lugar lejos de todo, lejos de Laura, las tazas de café y el patio de geranios. La última vez no había vuelto la espalda para saludarme, sólo iba y volvía, llenaba la regadera de plástico azul y la vaciaba sobre las especies mientras Luli, con un vestido con lunares lilas, la seguía, mirando el agua que corría sobre las hojas, preguntando cómo era que Tim se había escapado en un carrito detrás de un ficus.
La playa está sola, en la arena hay huellas que durarán unas horas, el mediodía llevará la bruma y vendrán los bañistas, los comensales del Leocadio, algunas chicas lindas que mañana no estarán.
Miro la línea fina del horizonte, camino hacia el linde variable de la arena y el agua.
Me sumerjo, estiro un brazo, el otro, el exceso de sal disipa esa cosa en el estómago.
Respiro, me agito, me canso, vuelvo a la orilla. Me tiendo en la arena tibia.
-Ud. Empieza una nueva etapa –había dicho mi psicoanalista y yo pensaba en un alfajor, etapas suena a dos tapas de bizcocho amarillas, mi nueva vida seca como un bizcocho.
Un vendedor de jugos me ofrece en el idioma de mi nueva vida de dos tapas, una de antes y otra de después y rellenas de nada, cierro los ojos y vuelvo a ver el patio, una diosa griega que no conozco y los ojos de Luli tironeando del vestido de su madre y diciendo mamá, Diego se va.

jueves, 13 de agosto de 2009

INFANCIA

un trozo de papel secante
y un borratinta

martes, 11 de agosto de 2009

Después de la cena

este amor es una parte del día
entre colegiales y desorden de tránsito
lavo las tazas
no hace frío
espero verte mañana
detrás
en la ventana
un obrero
cruza en un andamio

domingo, 14 de junio de 2009

ATAVIADA PARA EL CASORIO (Escena I)

Personajes: Lily
Gracia I
Gracia II
Gracia III
Gabriel
Coro

Una mesa larga cubierta por un mantel de pana negro. En los extremos dos candelabros antiguos con velas encendidas. Sobre ella, una lámpara importante con caireles de cristal. Sillas muy suntuosas, de estilo antiguo, tapizadas de rojo. A la izquierda una escalera da a una puerta. Una puerta a la izquierda y otra a la derecha. A la derecha, un sillón blanco de diseño contemporáneo. Al fondo, un piano blanco, una banqueta violeta, una foto de Gracia IV, ya fallecida.
Al fondo, Gracia I se maquilla. Gracia II hace aquagym.
Entra Lily, con una bandeja llena de servilletas de papel de colores.

Lily: -Tengo los pies literalmente muertos.

Dispone las servilletas sobre la mesa. Suena el timbre. Lily va hacia la puerta dejando caer algunas servilletas tras de sí. Vuelve.

Lily: -No hay búcaro del que salgan tallos de apio.

Gracia I: -Ya tendrías que tenerlos listos.

Gracia II: -Es temprano.

Gracia I: -No hay baile sin búcaro del que salgan tallos de apio. (a Lily): En el Jumbo no conseguiste?

Lily: -No hay en el Jumbo, ni en el Coto, ni en el Verduverde. En toda la ciudad no hay búcaro del que salgan tallos de apio. Tengo los pies... (Suena el celular.) Hola? Ah, qué tal, no, ...ah bué... sí pero... ah... eehhhh.. está bien, no, no me sirve, no bueno, gracias no se haga problema... está bien, no, no, deje, no, si el problema no es el apio, justamente, bueno... bueno adiós). Tengo los pies literalmente... literalmente muertos.

Gracia I (a Gracia II): -¿Pilates?
Gracia II: -No.
Gracia I: -¿Strechting?
Gracia II: -No.
Gracia I: -¿Método Feldenkrais?
Gracia II: (silencio)
Gracia I: -¿Yoga? No, yoga no. Entonces?
Gracia II: -Acquagym. (A Lily) ¿No conseguiste búcaro del que salgan tallos de apio?
Gracia I: -No. Además tengo los pies literalmente muertos.
Gracia II: (a Gracia I)-Qué son búcaros de los que salgan tallos de apio?
Gracia I: -Ni idea.

Lily sale. Gracia II deja el acquagym y empieza a ensayar un pasaje de Lucrezia Borgia.

Gracia I: -Faltará mucho?

Lily: -No sé, siempre lo mismo. Así no llegamos. A esta altura me parece que lo hace a propósito, le encanta. Tres minas que lo esperan. Qué mejor. Y sí.

Gracia I: -Y si te das un baño con sales?


Gabriel abre la puerta con aires de tener el protagónico; entra, va hacia el público. Con afectación:

Gabriel: -“¡Es Navidad! ¡Es Navidad!”.

Lily (a Gracia II): -Ves? Se equivocó otra vez. Esa parte ya no está en el guión. No quedamos así?

Gracia I: -Yo ya no sé.

Gabriel: -Es Navidad? O no? Bueno, me gusta más si es Navidad. A quién le importa el guión? Igual estoy bastante cansado con eso de la Navidad. Igual entrar “es Navidad” “es Navidad” como un imbécil, y con lo que pagan, no sé.

Gracia II canta sin escuchar a Gabriel. Lily entra con vajilla que va disponiendo sobre la mesa.

Gabriel (a Lily): -Es Navidad!
Lily: -Basta.
Gabriel: -Ya se presentaron?
Gracia I: -No, si falta...

Entra Gracia III.

Gracia III: -Nadie falta. En esta ciudad no hay taxis ni para los viejos, increíble.

Gabriel: -Pero no podían empezar aunque sea a presentarse uds.? (Señalando al público) Esta gente está esperando hace cuánto? Bueno, uds. hagan lo que quieran, yo mando algo porque nos van a incendiar.

(Al público): -“Cada año que pasa siento con mayor fuerza que nuestro país no tiene otra tradición que honre mejor y guarde con mayor celo que la hospitalidad. Es una tradición única en mi experiencia (y he visitado no pocos países extranjeros) entre las naciones modernas. Algunos dirían, tal vez, que es más defecto que virtud de cual vanagloriarse. Pero, aun si concediéramos que fuera así, se trata a mi entender, de un defecto principesco, que confío que cultivemos por muchos años por venir.”

Lily: -Tengo los pies literalmente muertos. Como para presentación estoy. Faltan copias además, la mía está toda tachada, no se entiende nada. Alguien me ayudaría, por favor?

Gracia I: -No podemos pasar a la dos, porque igual falta Gretta.

Gabriel: -Ni hablar. Avancemos igual.
Gracia I: -Quién lee?
Gracia II: -Yo no. Necesito cuidar la voz para la escena III. Una voz de hombre es mejor.

Lily y Gracia I queda en la sombra, al lado de la mesa. Frente al público, Gabriel como speaker, y las otras dos Gracias inmóviles.

Gabriel: -“Sus tías eran dos ancianas pequeñas que vestían con sencillez. Tía Julia era como una pulgada más alta. Llevaba el pelo gris, hacia atrás, en un moño a la altura de las orejas; y gris también con sombras oscuras, era su larga cara fláccida. Aunque era robusta y caminaba erguida, los ojos lánguidos y los labios entreabiertos le daban la apariencia de una mujer que no sabía dónde estaba ni a dónde iba. Tía Kate se veía más viva. Su cara, más saludable que la de su hermana, era toda bultos y arrugas, como una manzana roja pero fruncida, y su pelo, peinado también a la antigua, no había perdido su color de castaña madura”. Ey, pero no era que te ibas a teñir?
(Gracia III es visiblemente canosa).

Gracia III: -Bueno, pero si cobrábamos.

Gabriel: -Así no se puede.

Gracia III: -Está bien, la semana que viene, prometo.

Gracia I (desde la sombra): -Seguimos.

Las dos Gracias van a la sombra, Lily en su lugar.

Gabriel: -“Lily, la hija del encargado, tenía los pies literalmente muertos. No había todavía acabado de hacer pasar a un invitado al cuarto de desahogo, detrás de la oficina de la planta baja, para ayudarlo a quitarse el abrigo cuando de nuevo sonaba la quejumbrosa campana de la puerta y tenía que echar a correr por el zaguán vacío para dejar entrar a otro. Era un alivio no tener que atender también a las invitadas.”

Lily: -Eso. Y falta decir “les hacía la limpieza”...

Gabriel: (ignorándola): -Mary Jane!

Adelante Gracia I, Lily se va molesta.

Gabriel: -“Desde que Kate y Julia, cuando murió su hermano Pat, dejaron la casa de Stoney Batter y se llevaron a Mary Jane, la única sobrina, a vivir con ellas en la sombría y espigada casa de la isla de Usher, cuyos altos alquilaban a Mr. Fulham, un comerciante en granos que vivía en los bajos. Eso ocurrió hace sus buenos treinta años. Mary Jane, entonces una niñita vestida de corto, era ahora el principal sostén de la casa, ya que tocaba el órgano en Haddington Road.” Ahora yo.

Gracia II y Gracia III, rodean y besan a Gabriel.

Gracia I: -“Era el sobrino preferido, hijo de la hermana mayor, la difunta Ellen, la que se casó con T.J. Conroy, de los Muelles del Puerto.”

Gracia II: -“Gretta me acaba de decir que no va a regresar en coche a Monkstown esta noche, Gabriel”.

Gabriel: -“No, ya tuvimos bastante con el año pasado, no es así? No te acuerdas, tía Kate, el catarro que cogió Gretta entonces?”. Ah, no. El catarro que cogió... no, no, me niego.

Gracia III: -Queda divino.

Gabriel: -Y esa hija de puta no pensará venir?

Lily: -Yo otra vez dos personajes no hago.

Gracia I: -No podemos pasar a la segunda si no llega.

Gracia III: -Y qué hacemos?

Gabriel (a Lily): -El coro está?

Lily: -Esperá (habla por celular). Ey, Flavio, cómo estás, dale bueno, sí, escuchame, necesito tres sopranos, cuatro mezzos, por lo menos cuatro contraltos. Tenores en oferta tenés? Bueno, dale, dos. Barítonos no quiero. Nos arreglamos con Gabriel.

Gabriel: (disgustado) –Y sí, claro. Nos arreglamos.

Lily:-Bueno, bueno. Chau, chau. (a Gabriel) Vienen para acá.

Gabriel: -Bueno, dale.

Apagón. Pasan unos minutos. El coro canta: “Pues son jocosas y ufanas, pues son jocosas y ufanas, pues son jocosas y ufanas, nadie lo puede negar”.
Al final se escucha bajito la voz de Gracia III diciendo: -“una lasquita de pechuga”?.













martes, 9 de junio de 2009

QUIEN INVENTO EL RULEMAN?






QUIEN INVENTO EL RULEMÁN

Personajes: Puno – Zapatito Blanco – Estela.

Un garage de barrio, Puno y Zapatito desarman motores a las tres de la tarde de un mes de verano. Al fondo un ventilador de pie. En una de las paredes, un poster desleído de Brigitte Bardot.

Zapatito: -Tío.

Puno: (Golpeando un buje con un martillo)-Mmmm?

Zapatito: -Tomate un mate. (Se lo alcanza).

Zapatito: -Tío.

Puno: (Chupando) –Mmmm?

Zapatito: -Estaba pensando.

Puno: -Vos le diste de comer al Maico Landon?

Zapatito: -Después le doy, tío. Escuchá, estuve pensando.

Puno: -Mi dios. Como si hubiera poco. Yo no te pago para pensar, nene, dale. Dale que tenemos que cerrar con el Negro.

Zapatito: -Está bien, tío, pero son dos minutos.

Puno: -Todos los días son dos minutos.

Zapatito: -Viste que yo te contaba... bueno, te decía ayer, viste, que en el banco me piden recibo de sueldo.

Puno: -Msé. Tomá, está helado esto. Andá y poné la pava.

Zapatito: -Ya voy. Bueno, yo no sé a quién le voy a pedir un recibo de sueldo. Y si no me dan el crédito no me puedo comprar la moto.

Puno: -Pero qué, por la gripe porcina van a prohibir los bondis?

Zapatito: -No tío, pero se me hace cada vez más tarde.

Puno: -Y bueno, nene, levantate más temprano. (Hacia la puerta, a los gritos): Estela! Esteeeelaaa!!!! Le diste de comer al Maico?

Entra Estela.

Estela: -No, acordate de que no hay más balanceado. El sábado te toca a vos el super, no te olvides. Che pero no se están asando, acá?

Zapatito: -Qué te parece, tía. Yo ya dije que hay que poner un aire acondicionado o cortar antes, porque el calor agobia.

Puno (a Estela): -Sí, un aire acondicionado, un bargueño, una botella de caballito blanco y los naipes. Qué más? Unas minas? Querés minas también?
Estela: -Ah, yo este sainete ya lo vi. Bueno, Rambito y Rambón, les dejo la llave en la maceta, yo me voy, vuelvo en un par de horas.

Puno: -Otra vez? Dónde te vas vos?

Estela: -Ya te dije, me voy al centro, quiero comprar jabones perfumados y en el barrio no hay. Bueno, ahora la señora del Nazi fabrica, pero son esos de utilísima, una porquería, a la semana ya no tienen más olor.

Puno: -Jabones perfumados... escuchaste, Zapato? Las minas ya no saben qué inventar. Aguantá un rato, que tiene que llamar Rolando. Quién va a atender si llama?

Estela: -Vos.

Puno: -A ver si nos entendemos. Si querías jabones, tenías que casarte con Palmolive, viejita. No es que siempre me cagás a pedo porque dejo el fono engrasado?

Estela: -Y para qué te compré los guantes? (a Zapatito): Este hijo de puta no quiere usar guantes para tenerme a mí acá encerrada todo el día.

Puno: -Dejá de joder, ahora te quejás de que te tengo encerrada, bien que cuando nos dejamos... eh? Ah... no te acordás más de eso, eh? Bien que me tratabas con guante. Eso sí que era con guante. Punito de acá, Punito de allá... (deja la pieza con la que estaba trabajando, entusiasmándose con el relato). Hasta se compró un mate peludo, esos de pezuña, se fue a Colón y se aburrió como una hija de puta allá, y encima no lo quería reconocer la guacha. “Ay, Punito, no sabés lo bien que la pasé”. Y la voy a ver y me convida con el mate, y yo agarro así (hace la mímica con la mano) y le digo... (con suficiencia) “decime, lobizona, este lo compraste para tener a quien acariciar los domingos?” Aaaaay, cómo se me ortibó! No sabés, roja de furiosa estaba.

Estela: -Seguí nomás, la primera que te va a dejar soy yo. Después Zapato.

Puno: -Vayansé nomás. Si se compran el aire, páguense la luz. (Da martillazos a una pieza, concentrado en ese trabajo).

Zapatito: -Un poco está bien, pero... hay que adaptarse a los tiempos que corren, tío. Las cosas van cambiando, ya no son como antes. Acá tenemos que tener una computadora. Tenemos que organizar lo del horario, también. Y poner los papeles en regla. Uno de estos días te vienen de la AFIP y ahí tenemos un quilombo, tío.
(Estela hace un gesto de desdén con la mano y sale)

Puno: -No empecés con eso, ya te dije. Y te digo más: este mes es peor todavía. (Golpea la pieza con fuerza, haciendo mucho ruido) Ahora si viene la EPE voy a tener que gatillar, se terminó la jodita esa.

Zapatito: (levantando la voz por sobre los martillazos) –Bueno, pero saquemos con el almanaque por lo menos, todos tienen la Silvinita.

Puno (le tira un rulemán): -Tomá, dale vos a éste que últimamente parece que tenés no manteca, margarina Manty en las manos.

Zapatito: -Arrancamos con el almanaque, la semana que viene. No lo habrá tirado la tía, no?

Puno: -Uy, no le dio de comer. (Deja lo que está haciendo y va hasta la puerta). Maico Maico Maico!... Maiquinho...! Qué perro berga este, todo el día rompiendo las pelotas y ahora no viene.

Zapatito: -Entonces, bueno, cambiamos el almanaque. Entonces eso va a atraer clientela más joven. Seguro, tío. Quién de los pibes conoce a tu Brigí? Nadie, tío, nadie. Yo no te niego que es una yegua, pero los de tu generación ya casi no manejan... hay que apuntarle a la clientela cash.

Puno: -La puta que te reparió a vos y a los de tu generación. Este no da para más, sopleteale un poco y si no sacalo nomás.

Zapatito: -Con más clientela, ahí ponemos al día el plan del API, después compramos la compu en cuotas, en todo caso le pedimos a tu suegra la tarjeta de la AMR, serán ciento y pico por mes. (Puno golpea cada vez más fuerte). Bueno, te digo que en dos meses o tres pasamos al frente, y ahí ya podemos ir con el aumento. Qué te parece?

Puno: -Estela!.. Esteeeelaaaa!!!! Esta piró de nuevo.
Estelitaaaaa!


Escena 2

Una habitación sencilla, con una luz tenue azul, flores en el empapelado y un espejo corroído. Sobre la cama desarreglada, Inés, desnuda, fuma. Diego sale del baño, ajustándose el cinturón. Silba una música incomprensible.

Inés: -Pero aseguró que venía?.

Diego: -No, no. Asegurar no aseguró.

I: -Pero dijo.

D: -Bueno, decir, lo que se dice decir no dijo. Pero debe venir.

I: –Bueno, pero no lo dijo, no sabemos, no lo dijo.

D: -Nunca dice.

I: -Y claro. Así cualquiera.

D: (Se arregla el pelo frente al espejo)-Cuchá.
I: -Y no, y sí. Si todos hacemos lo mismo, y bueno, es un quilombo, nadie sabe nada, nadie dice nada, nadie compra nada. Y sí, claro, y así yo también. (Fuma más nerviosa)

D:- Y cuál es, hago un asado y punto. Vos si querés venís después, si ni pregunta. Y además con el Chibo se lleva genial.

I:- Y qué, te veo el lunes recién?
D:- Y...
I:-Pero el lunes no tenés el pádel?
D: -Bueno, poray llueve.
I:-Fantástico, y si no llueve, te veo cuándo? Te toco el portero, salís al balcón y me saludás como Evita?
D:-No exagerés nena. Ya empezamos. No viene nunca, qué te cuesta. Además ya te dije, no tenés obligación de estar, andate al cine, yo qué sé.
I: (Apaga el cigarrillo y lo mira fríamente).
D: -Qué.
I: (I hace un gesto intraducible).
D: -Qué, nena, qué.
I:-Bueno, dale vamos, que te va a salir carísimo. (Empieza a vestirse en silencio).
D: (va hacia la puerta, la abre, asoma al pasillo y emite un cacareo, vuelve a cerrar).
I: -Cuándo van a terminar con esa boludez?
D:- Dale, nena, dale.
Apagón.

sábado, 25 de abril de 2009

EL AGUA EN LOS FLOREROS


A los 40 llora
con because
cree ciegamente
que dios lo escucha cuando crea los astros.

Las escorpianas ven debajo del agua
-dice la abogada de origen armenio
mientras un tipo firma que cobrará en cuotas
el seguro de muerte
de alguien que trabajó
y que nadie recuerda actualmente en la empresa.

Pero señora
( y es entonces que casi
justifica el genocidio)
qué hago con eso
si está prohibida el agua en los floreros.

A los 40 no entiende
cómo el mosquito sabe
cuáles son los pobres.

Duda
si será un aguijón programado por monsanto
para la selección de la especie.

domingo, 18 de enero de 2009

Receta



Ingredientes:
• Martini Rosso• Hielo
Preparacion:Llenar el vaso de hielo, servir el Martini Rosso, tomar una rodaja de naranja y dejar caer dentro del trago.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Y SIN EMBARGO NO

“Nada se mueve, nunca. Eso es lo que quieren hacerte creer.”
Lauisaia.

6 741 072 120 x 2 (un par de patas)
millones de árboles de navidad
unísono de sordinas chillonas
hacinados en un nudo temporal
hacen girar la bola en la galaxia
tierra envasada y océano listerine

A ver si estamos de acuerdo:
es importante
no olvidar que somos fitoplancton
y fin de año
sólo un número rojo
en el calendario occidental.

Es verdad Lauisaia
Nada se mueve.

sábado, 25 de octubre de 2008

PUZZLE

Escribo
mujer rompecabezas
tacho
porque si bien
todo título horrible tiene derecho a serlo
-tal vez mi autocastigo del día de la fecha-
elijo puzzle
me gustan las dos zetas
después de la u
algo que se desinfla
o un soplo
tan lejos de la domesticidad de pizza
pero inequiparable a la levedad de mezzo

el subterfugio del título
("subterfugio": sigo forzando,
maniobra distractiva del sonido
todo para no decir
mi pobre corazón
repartido en pedazos dispares
mi pobre corazón que rehúsa
aceptar lo irrenunciable
y se obstina en pensar
que es posible
la reunión fiesta con efes y flamencos
en la mesa del té del Sombrerero).