sábado, 29 de mayo de 2010

la fiesta

Esa noche fui a buscarlas antes de lo acordado, en mi departamento hacía unos cuarenta grados, o sólo por verla con el pelo mojado.
Berta estaba de buen humor, vestida de negro, con un anillo de acrílico verde esmeralda.
Después ella y su perfume, ey, cómo va, sus piernas.
En una hora quince llegamos a la quinta. Nos presentamos como amigos de Juan, era una casa suntuosa: un parque poblado con variedad de especies, piscina y un invernadero. Habían instalado una barra provista de vinos nobles, martinis, espumantes, jugos de fruta, gin, energizantes, agua mineral. Se escuchaba lounge y electro jazz a la luz de velas y antorchas. Los invitados se reunían en grupos pequeños, hablaban y reían sin estridencia. Bebían, pero nadie fumaba.
Más tarde llegó Juan. Finalmente, Anka y Julio.
Nos ubicamos cerca de los extra brut, cinco chicos lindos que no miraban a nadie. Tomamos martinis, pero en poco tiempo se terminó y nos unimos a los gin tonic, eminentemente homosexual, mixto y muy ruidoso.
Después departimos con los extra brut que a esa altura ya se habían habilitado para mis amigas y uno de ellos era amante de Miles y había estado en Lisboa en los mismos lugares que me gustaban.
De lo que pasó esa noche recuerdo muy poco.
Sé que se estaba bien en esa fiesta, y que miré largo tiempo la luz que ondulaba en el fondo de la pileta. Narcisa y Berta bailaban descalzas. Julio y Anka se abrazaban en el invernadero. Juan besaba a una chica.
Sé que era tarde y vi a Narcisa transpirada, bellísima bajo el reflejo blanco de la luna nueva.
En un momento se sentó y fui a su lado, apoyé el brazo en su pierna y fue adrede. Algunos se desvestían y entraban en la pileta. Dijo vamos, recuerdo, y en el agua sentí que sus piernas abrazaban las mías, la besé, y salimos.
Ella me llevó de la mano, estoy seguro, hasta una habitación. No soy buena para esto, dijo. Dije que yo tampoco.
No recuerdo mucho más. Que la tocaba para cerciorarme de que la boca que se abría era la suya y la que daba era la mía. Que olía como el verano en Maracaîpe, a espesura vegetal, a clorofila, lluvia, árboles frutales.
Después dormí.
Cuando desperté había sol y ella dormía a mi lado. Fuimos hasta la pileta, la ropa seguía ahí, nos vestimos. La fiesta había terminado.
Íbamos en el auto sin hablar.
Antes de bajar, me abrazó brevemente. Bajó, caminó unos pasos, volvió.
-¿Todo bien?
-Todo bien –respondí.