viernes, 27 de abril de 2007

LOS EXCURSIONISTAS IV- VESTIDOS BLANCOS

En el campo hay una extrema luz y todo vive. Una alfombra verde cardos sílabas caballo. La casera baila en puntas de pie y todo el tiempo olor a pan. Ríe. Calio lleva unos huesos. Es así con él, es tan medusa a veces cuando quiere cuando está de buen humor y su risa es de llaves.
Tomaré lo que pueda y escribiré hoy la puta nota, diré que el director está caduco, que mejor cuando no filmaba por encargo de los jerarcas de hollywood. Diré eso y otras cosas. Que no paguen. Que hagan lo que quieran. Pero nadie puede negar que Scorsese era el de antes.
El pollo al vino es delicioso, sobre todo me encanta coq au vin, saltan esas tres, no es igual que cocován mucho menos que pollo al vino.
Increíble la casera. Cuenta historias, me cuenta de cunas y de niños arropados. Pero no duele no. Las dice de una manera, salta sobre sus tacos de palabra en palabra, sabe titiquear sobre esos zapatos que no están.
El día es largo en el campo y uno puede pasear en una volanta color petróleo cuando quiere. Vivir en el campo es una atribución que me daría con gusto, sí. Lejos las nubes rojas.
Narcisa parece de nuevo ella. Berta sonríe al fin. Calio duerme callado duerme.
Hay un cerezo, creo. El caballo no sabemos. Hay paz de agua, de océano final.
La hierba parece tener un olor también. Deberíamos tener vestidos blancos.
Sabía que alguna vez dejaríamos de estar juntos en este desamparo de los cuatro. Y qué sería entonces sin nosotros? Nadie lo sabe, no. Por eso ahora.
La dicha de esta tarde se desboca también. La boca se desboca. Ser toda boca para él.
Berta insiste en que es un nogal. Yo dudo. No estudié botánica como hubiera debido.
La noche en el campo tiene miles de estrellas.

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