viernes, 6 de abril de 2007

WATERBOY

El miércoles fui a nadar.
Berta y Narcisa no estaban.
Cuatrocientos metros y vestuario.
En una de las duchas estaba Waterboy. Lo saludé y abrí la que estaba a su izquierda.
Le pedí prestado su champú aunque había llevado el mío porque quería hablar con él. Había salido con Narcisa y básicamente tenía curiosidad por saber qué había pasado, porque ella no me había dado detalles y yo no quería preguntarle a Berta.
Waterboy devino mi única fuente, mojado e indefenso.
-Así que tres sets a Claudio –le dije.
-Ah, sí, ayer –contestó y supe que ya estaba. Seguí preguntando sin interés genuino en su variada actividad deportiva y fui bordeando periféricamente la pregunta final.
-Y con mi amiga qué?
Quedó serio.
Waterboy. Así le decía Narcisa. Para Berta, en cambio, era Barbazul, porque lo habíamos visto con la potrada más sintética del club y cada una de las potrancas había desaparecido después de haber sido vista con él. Desaparecían de la piscina, de la cancha de tenis, del bar. Berta decía que no las mataba, sino que las aburría y ellas preferían cambiar de club antes de volver a salir con él. A mí me parece que, como siempre, exageraba.
Cerró la ducha y se secó.
-Está loca, me parece –dijo mirando mi reacción y yo le devolví el champú en un gesto neutro.
-No sé nada –dije, habilitándolo.
Me contó que la había invitado a salir. No explicó por qué.
Yo esperaba la justificación para esa excepción. Evidentemente Narcisa no formaba parte del elenco pulposo, no daba con el tipo de Waterboy. En una simulada complicidad masculina le pregunté qué le había visto a mi amiga. Dijo que al principio le había parecido divertida, que lo hacía reír.
Que lo hacía reír. Qué le habrá dicho satanasa a este pobre tipo en envase apolíneo.
Me dijo que habían salido; que ella había propuesto un bar que él no conocía que estaba cerca del puerto. A él eso le había parecido un programa distinto y le pareció bien. Yo tenía la sensación de que ella era el espécimen que faltaba en su insectario, que en realidad a Waterboy le daba lo mismo todas, o cualquiera, y que, aunque Narcisa no era del muestrario baywatch y decía cosas un tanto extrañas, era del club al fin y al cabo.
Siguió diciendo que en el bar ella tomaba y tomaba, y empezó conque quería sentirse sucia. El no entendía a qué se refería con eso de sentirse sucia, pero le pareció algo auspicioso para esa noche. Pero que no lo fue, porque en algún momento en que él volvió del baño la vio en una mesa con tres tipos enormes, ella totalmente borracha tirándose encima de cada uno, los tipos con sus manazas por todos lados.
Me explicó que él no era celoso en absoluto, menos de ella que era bastante desconocida, pero que le parecía que estaba en juego su seguridad y que debía sacarla del bar. El no había tomado mucho, pero los tipos estaban borrachos también y eran muy grandes. Que al fin fue a buscarla a la mesa, los tipos no se opusieron, lo miraron con ojos de borrego desvahído y ella se dejó agarrar del brazo hasta la salida del bar.
Reconoció que no había sido amable con ella, pero que quería llevarla hasta su casa y no pudo, porque ella paró el primer taxi que pasó, no le dijo ni chau y se fue.
-No parecía tan puta tu amiga.
Ah, mi buen Waterboy, no podrías entender a la dama negra. Yo no iba a explicarte nada, era inútil. Además no valía la pena, no te interesaba en lo más mínimo. Y hacías bien porque esa uva, Waterboy, jamás sería tuya. Es verdad que no era de nadie. Pero tuya jamás jamás.
Salí del vestuario y llovía. No podía dejar de pensar en Narcisa subiendo al taxi, en Narcisa sola en el taxi mientras el taxista la miraba desde el espejo pensando ay ay ay, sola al filo de la noche sola y yo en qué lugar que no estaba para un rescate ínfimo, explicarle una vez más que es así y que para todos es igual, que no tenía sentido volver a eso, que en algún momento llovería y mientras tanto había que hacer lo que se pudiera con el agua potable.

No hay comentarios: