viernes, 16 de febrero de 2007

EL SECRETO DE LOS DENDRITORES. Escena de una obra de teatro a la que asistieron Amanda y Venecita y que esta última juzgó totalmente prescindible

Corvus: -Es acá?
La Anfitriona (extrae un papel de algún lugar): –“Fiesta de flamencos.” Sí, seguro.
(Silencio).
Corvus: -Pero aseguró que venía? Si supiéramos cuánto va a tardar, tal vez pudiera dormir antes de que llegue.
La Anfitriona: -O podríamos tomar un té.
Corvus: -Qué hora es?
La Anfitriona: -Son casi las menos cuarto.
( Corvus se adormece, esforzándose por mantenerse despierto. Lo despiertan las moscas que lo molestan).
Corvus: -Podríamos contar cuentos. Qué hora es?
La Anfitriona: -Casi las y pico.
Corvus: -Quiero un cuento que hable de moscas.
(Silencio. Corvus se empieza a dormir; la Anfitriona trata de impedir el sopor con un cuento).
La Anfitriona: -Había una vez una mosca.
Corvus: -Y?
La Anfitriona: -Erase una mosca. (Silencio).
Corvus: -Una mosca...
La Anfitriona: –Esta mosca...
Corvus (impaciente): –Esta mosca...
La Anfitriona: –Tenía...
Corvus: -Esta mosca tenía...
La Anfitriona (trata de distraerlo, señalando una mosca): –Una mosca!
Corvus: - Sí, sí, pero qué pasó con aquella mosca?
(Entra Glauco portando un atril).
Glauco: -“Soy un bufón melancólico y desaforado. Tengo un cepillito, diez dedos, las escamas. A veces plumas. Plumeo cuando puedo. Yo no tengo resabios de su ausencia. No los tengo, juro que no, lo afirmo. Extirpo así. Profano. Sangro lo que puedo. Básicamente extirpo esas moléculas que me hablan todo el tiempo a mí me hablo” (Saluda al público. Los otros dos personajes no dan importancia a la presentación)
Corvus (a la Anfitriona): -Todo eso a falta de una buena frazada.
Glauco: -Llegó?
La Anfitriona: -Todavía no.
Glauco: -Qué hora es?
La Anfitriona: –Es casi ayer.
Corvus: -Faltará mucho?
Glauco: -Nunca se sabe. Tomaron asistencia?
La Anfitriona: –No hace falta. Si somos tres es porque todavía no llegó. Si hubiera llegado seríamos cuatro.
Corvus: -Buena metáfora.
La Anfitriona: –Simple matemática.
Glauco: - Entonces no tomaron asistencia. Así no se puede saber si llegó o no llegó.
Corvus: -Quiero un cuento que hable de moscas.
La Anfitriona: -Es evidente que no llegó.
Corvus (a Glauco): -Eso supone que hay evidencias.
Glauco: -Y no es así.
Corvus (acordando con Glauco para obtener su cuento): -Y no es así. Por favor, un cuento de moscas.
Glauco: -Está bien, pero antes tomemos asistencia. Es posible que haya llegado y no lo sepamos.
La Anfitriona (resignadamente): -Podríamos tomar antes otro té?
Glauco: -Insístese en que es necesario tomar asistencia. Por presentado, por parte, en el carácter invocado y con domicilio ad litem constituido.
(La Anfitriona y Corvus se colocan en situación para que Glauco tome asistencia).
La Anfitriona:-Podemos obviar en la lista a nosotros tres, porque es evidente que estamos.
Glauco: –Obviemos. Pero no porque exista esa evidencia: porque es mejor para ahorrar tinta.
Corvus: -Albaricoques!
Glauco (del atril): -Frinfra. (Silencio. La tetera está ausente.).
La Anfitriona: -Algunas veces se puede confiar en la matemática. (Silencio. Siguen esperando)
Corvus: -Qué hora es?
La Anfitriona: -Y media. (Silencio. Espera. Corvus no puede dormir a causa de las moscas).
Glauco: -No dejó unos indicios?
La Anfitriona: -Los indicios! (buscando la lista).
Corvus: -Cuáles son los indicios?
Glauco (leyendo): -“Olor a naranjas. Espera de barcos. Fiesta de flamencos. Flecos. Frases.”
Glauco (sigue leyendo) –“Con capelina. Arrojando caramelos media hora.”
Corvus: -De acuerdo. Pero, en este lugar? Más que indicios, parecen señuelos.
Glauco: -Espiaste! (lee): “Contraseña: con pañuelos.”
Corvus: -Juro que no. El lenguaje se autopresagia. (Se siente olor a naranjas) Albaricoques!
Glauco: -No podía fallar.
Corvus: -Ahora puedo dormir?
Glauco:-Todavía no es seguro que sea acá.
Corvus: (Adormeciéndose) -Contame un cuento.
Glauco: -Si tuviera la certeza.
Corvus: -Quiero un cuento que hable de moscas.
Glauco: -No sé si podría pensar en las pistas y contar el cuento. (Mientras está visiblemente molesto por las moscas) ¿Y por qué sobre moscas?
Corvus: -Se me ocurrió.
Glauco: -Asombroso.
Corvus: -De moscas, por favor. Uno solo. Tan siquiera –cuento – uno –mínimo- cuenta cuantos cuentos son. De moscas. De-mos-cas.
Glauco: -El del sastre?
Corvus: -Otro. Los cuentos son gratis.
Glauco: -Aseveración desmentida por la existencia de editores. Aunque lo que se edita es
lo permitido, lo descartable, el desecho de los dendritores.
La Anfitriona: -Los dendritores?
Glauco: -Los dendritores son una especie de corporación secreta que atesora los relatos más preciados, los queridos del mundo, que guardan en cofres enterrados en territorios ultrasecretos. Esos relatos no serán publicados jamás.
Corvus: -Es imposible que esos relatos vivan escondidos; no existen si alguien no los cuenta a otro.
La Anfitriona (poniendo fin a la cuestión): -Había una vez una mosca...
Glauco: -Una mosca que llevaba puesto un cencerro que le había regalado su tía Azucena. Nunca lo dejaba en los puestos que las moscas tienen para depósito de cencerros, porque era un recuerdo de familia. Un día la mosca tuvo la oportunidad de tomar unas margaritas con unos chanchos que pasaban por allí. Y uno de ellos la convenció, el muy puerco, de desembarazarse del cencerro, lo que la haría andar más liviana. La mosca lo hizo y, por cábala, a la hora de la cena. De eso se arrepintió muchísimo el insecto, porque el cencerro fue adquirido por un marroquí, que le dio el rango de talismán. El cencerro viaja y es feliz.
Corvus: -Y la mosca?
Glauco: -También. Pero eso no es lo que importa. Lo elemental es la moraleja: “No hay que dar margaritas a los chanchos”
Corvus: -Y la luna, señores ratones, no es de queso.
Glauco: -Ni un buñuelo.
La Anfitriona: -Llegó?
Glauco: -Todavía no.
Corvus: -¿Qué hora es?
Glauco: -Menos cuarto. ¡Fiesta de flamencos!
Corvus: -Falta poco.
Glauco: -No hay dudas. Es acá.

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