viernes, 16 de febrero de 2007

LOS RITUALES

Trazó una línea en la hoja en blanco para diseñar la estrategia.
La firmeza del trazo le trajo por segundos, como un olor efímero, el recuerdo de su padre. Pequeños síntomas, pensó.
Dibujó otras equidistantes y horizontales, después verticales.
En la cuadrícula dispersó unos objetos de forma inidentificable. Los pintó de amarillo.
Sacó otra hoja del cajón de la izquierda. La cortó en siete pedazos.
En el primero escribió: "La letra inicial de la calle del puente. El número de los perros de la lluvia".
En el segundo: "La letra de lo que nunca serás. El número de la casa de la ventana".
En el tercero mintió a sabiendas. El cuarto y el quinto fueron interrumpidos por una llamada telefónica.
Terminó con las pistas a las siete y cuarto. Las guardó en un sobre en cuyo frente escribió el nombre de ella. Fue hasta el bar.
Esperó en la barra el turno del mozo de la noche. Como siempre, le entregó el sobre, pagó el café y salió a la calle.
Recibió el primer llamado a las ocho en punto. La voz de ella arriesgó una letra y un número.
-Agua- dijo Calio.
Esperó absorto, fingiendo tareas inútiles, disperso, despeinado.
Se despertó al día siguiente. En la grilla estaban los submarinos intactos.

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