martes, 5 de junio de 2007

EL ARMISTICIO

En el sillón de la sala
junto a la ventana
lo atravesó una sombra oblicua
una momentánea imposibilidad de olvido.

El precio de los cigarrillos había aumentado.

Cuando entró al bar sonaba Don’t sing me the blues.
Buen presagio.

El humo ascendía en volutas constantes.

El saxo empezaba a disparar Les feuilles mortes.
A esa hora era previsible.
Chet en esas espirales negras.

Recontó dos billetes
extendiéndolos sobre una quemadura del mantel.
Conocía muy bien el itinerario
las frases inútiles
las flores amarillas del empapelado.

Quiso decirle que no era él.
Que el tipo que esperaba nunca había venido.

Empezaba a sonar First song for Ruth y ella reía.
Se despidió y salió del bar.
Pensó que todavía era temprano para prescindir del suéter.

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